El fin de las FARC

El pasado 20 de octubre la organización vasca ETA, que preconizaba la separación total del País Vasco de España, por la…

El pasado 20 de octubre la organización vasca ETA, que preconizaba la separación total del País Vasco de España, por la vía violenta, anunció que decidió “el cese definitivo de su actividad armada”. 

La ETA dejó en su discurrir no menos de 900 víctimas mortales, heridos y traumas terribles a la sociedad española.

Su renuncia a las armas fue la comprensión de que los tiempos han cambiado. Ayer vimos que la fracción de Sendero Luminoso que persistía en la vía violenta, también anunció la deposición de las armas. Admitieron que están derrotados y pidieron una tregua para iniciar negociaciones con el gobierno, el cual los rechazó.

Como puede verse, los movimientos “liberacionistas” por la vía armada entienden las realidades de estos tiempos, menos las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El continente es escenario de surgimiento de gobiernos bajo el influjo de tendencias populistas de izquierda. El referente debía ser más que estimulante para que entiendan que ya el camino de la violencia armada está cerrado.

Esa puede ser una razón política para aceptar la nueva realidad. Están ante un drama terrible del que son protagonistas equivocados. Han cometido muchísimos errores. El más reciente, el asesinato de cuatro militares y/o policías secuestrados. El pueblo colombiano, en el cual durante algún tiempo la guerrilla cosechó apoyo, se cansó.

El aislamiento en que se encuentran las FARC no tiene precedente. También parecen muy debilitadas. Su capacidad de acción está disminuida, y su aislamiento político es perceptible. Las manifestaciones de repudio este martes, son un indicativo.

Colombia reclama su rendición. Colombia quiere la paz. No más violencia. Las autoridades colombianas también tienen que ayudarlos, esta vez, a salir a la vida legal. La arrogancia en una situación así no es buena. Al mejor estilo dominicano, quizás las FARC necesitan sólo un bajadero.

Naturalmente, las FARC tendrán que admitir que no hay camino para la violencia armada como vía para conquistar el poder político. También deben pedir perdón.

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