Hace 24 años… (1 de 3)

En agosto de 1992 fui invitado a pronunciar la disertación de apertura en la Mesa Redonda sobre Vialidad y Transporte, dentro de la Convención XXII de UPADI (Unión Panamericana de Asociaciones de Ingenieros) celebrada en Santo Domingo.

En agosto de 1992 fui invitado a pronunciar la disertación de apertura en la Mesa Redonda sobre Vialidad y Transporte, dentro de la Convención XXII de UPADI (Unión Panamericana de Asociaciones de Ingenieros) celebrada en Santo Domingo.

En aquella ocasión hablé sobre la función del transporte a lo largo de la historia y enumeré los sistemas, las incógnitas, los riesgos y los criterios económicos asociados a las mejores políticas del sector. Las condiciones de nuestra infraestructura y las modalidades de operación del transporte nacional fueron asimismo resumidas ante el auditorio. La ojeada al porvenir, por supuesto, ocupó en mi alocución el justo espacio, dado el oficio de terco futurólogo (inexacto, muchas veces) que ejerzo con alegría.

Echar un vistazo hacia atrás puede ser ahora tan provechoso como juzgar lo eventual, lo que pudo ser (mas no fue). El ‘flash-back’ es no solo un recurso cinematográfico. Debemos admitir, eso sí, que el regreso, la vuelta luego de desandar casi un cuarto de siglo, podrá traernos entusiasmos súbitos e inadvertidos, tanto como acres desalientos.

Emociones contrapuestas: justamente esa es la sensación al repasar estos párrafos de casi cinco lustros.

Desde los días inaugurales de la historia, el hombre procuró satisfacer sus necesidades de alimento, habitación y vestido. Al evolucionar la civilización, estas demandas aumentaron, a menudo con más celeridad que los cambios de la propia economía. Fue preciso, entonces, idear técnicas y medios para trasladar mercancías desde sitios lejanos y transportar individuos a lugares cada vez más remotos. En el curso de los años los sistemas cambiaron y se hicieron más complejos. Pero, a la vez, la productividad del transporte creció y, parejamente, disminuyeron sus costos unitarios. De ahí que, por ejemplo, ahora cueste diez veces más mover a mano una carga que transportarla en un camión; y que los vehículos automotores terrestres se muevan quince o veinte veces más velozmente que los humanos; y que, del mismo modo, las grandes aeronaves recorran en apenas siete u ocho horas el trayecto que tomó diez semanas a las carabelas del Descubrimiento. Hoy día, alrededor de una quinta o una sexta parte del precio de cualquier producto se debe a los costos de transporte y distribución. De la misma forma, el gasto en transporte representa actualmente hasta el 10 o el 20% del presupuesto de un hogar moderno.
En las zonas urbanas, el transporte de pasajeros resulta de importancia señera. Desde el punto de vista del funcionamiento adecuado de la sociedad, a la inversa, el transporte de mercancías cobra una más alta significación. Pero ambos servicios, entendida la sociedad en su conjunto, han de considerarse esenciales.

Función del transporte

Una función primordial del transporte será la de relacionar los factores de población y uso del suelo. Como factor de integración y coordinación en una sociedad altamente compleja, el sistema de transporte resulta crucial para la distribución oportuna de bienes. El transporte posee, al mismo tiempo, utilidad de lugar y utilidad de tiempo. En términos económicos esto significa, simplemente, el beneficio de disponer de las mercancías en el sitio y en el momento en que se necesitan.

En las ciudades, la transportación representa el vínculo entre las viviendas y los centros de trabajo. Aproximadamente la mitad de los viajes urbanos son viajes laborales. El desplazamiento de mercancías y personas representa la utilización de un servicio vital que supone el uso de calles y carreteras, autobuses, automóviles y otras modalidades de transporte de la manera más eficiente posible. El transporte de mercancías e individuos, de una ciudad a otra, se lleva a cabo entre todos los lugares del país y del mundo.

El sistema de transporte

Un sistema puede definirse como un grupo de elementos que se utilizan para un propósito común; tan interrelacionados entre sí estos componentes que el cambio de uno de ellos causa un efecto o retroalimentación en los restantes. Como sistema tecnológico, el transporte está constituido por cinco componentes principales: (1) vehículos, (2) fuerza motriz, (3) carreteras o vías, (4) terminales y (5) sistemas de control. La calidad del servicio —esto es, la seguridad, la confiabilidad, la rapidez y comodidad, el efecto ambiental, el uso del suelo y el costo de la prestación— está asociada al desarrollo armónico de estos componentes.

La capacidad de un vehículo depende, en parte, del tamaño y la velocidad que pueda desarrollar dicha unidad. El tamaño y la capacidad determinan, a su vez, la fuerza motriz que se requiere. También el tamaño y la carga se relacionan con la geometría y la capacidad de carga de la carretera. De igual modo, la capacidad operativa de la vía será una función dependiente tanto del número de carriles y la geometría como del sistema de control de operaciones —reglamentos, señales, arreglos de conexiones y comunicaciones. Desde otro ángulo, la capacidad de un sistema parece poco importante cuando la terminal no propicia un manejo eficiente del tráfico a través de ella, desde y hacia las unidades transportadoras. El trabajo, la supervisión y la dirección deben dar forma a los componentes tecnológicos necesarios para un servicio de transporte eficaz. El sistema de transporte, a su vez, se inscribe en el macro sistema socioeconómico de la nación y, como consecuencia, está sometido a impactos y retroalimentaciones provenientes de un conjunto de fuerzas y factores internos.
La ingeniería de transporte tiene grandes y variados problemas tecnológicos y de políticas. Se requieren vehículos más rápidos, económicos y seguros, con mayor capacidad para el transporte de carga. El transporte urbano exige unidades y sistemas más baratos y flexibles. Se hace patente la necesidad de mejores carreteras, mejores calles, mejores puertos y mejores aeropuertos a fin de soportar unidades cada vez mayores y más frecuentes. Algunos de nuestros países manifiestan ahora graves problemas de contaminación ambiental. Todo esto en materia de necesidades básicas de seguridad, confiabilidad y economía.
Las grandes incógnitas

En el transporte, los problemas de políticas tienen implicaciones tanto técnicas como económicas. Ahora nos hacemos múltiples preguntas: ¿Debe depositarse confianza en el transporte público, en el privado o en una combinación de ambos? ¿Debe diseñarse el sistema para promover la transportación individual o para asegurar un transporte colectivo eficiente? ¿Cuál será la combinación óptima de estos factores? ¿Qué papel debe desempeñar y qué responsabilidades asignar al gobierno y al sector privado en la dirección del sistema de transportes? ¿A cargo de quién estarán las investigaciones que conduzcan al desarrollo del mismo? ¿Qué reglamentaciones son necesarias para proporcionar a los usuarios la seguridad, así como el servicio más adecuado? ¿Quién debe poseer y operar las instalaciones del sistema? ¿Cómo y con qué recursos ha de garantizarse el mantenimiento de los puertos, aeropuertos, calles, carreteras y vías rurales de nuestros países? ¿En qué medida sería conveniente privatizar la operación de nuestros puertos y aeropuertos? ¿Cuánto convendría, a la sociedad como un conjunto, traspasar la conservación de las calles y carreteras, de puertos y aeropuertos, a la empresa privada? Y, por último, la interrogante básica: ¿Cómo y quién financiará las necesidades de transporte del país?

En el terreno gubernamental, el transporte ha de competir con otros servicios públicos en la asignación de fondos. Las prioridades entre salud, educación, defensa y otros servicios se deciden, con frecuencia, a la luz de argumentos políticos o en un marco de demandas conflictivas. Los grupos califican el impacto de las decisiones gubernamentales de acuerdo con su propia situación o sus intereses específicos, en tanto que quienes luchan por la preservación del medio ambiente atienden sólo al daño que se causa a la ecología regional o nacional.
Así las cosas, encontrar una solución adecuada a cada demanda específica requiere la selección de un nivel y de una calidad de servicio que satisfaga esta necesidad dentro de los límites del financiamiento posible. El nivel de servicio relaciona la capacidad, la frecuencia y la asequibilidad del servicio. De otro lado, la calidad de dicho servicio incluye su seguridad, su confiabilidad y comodidad, la privacidad, la rapidez y los efectos tanto en la comunidad como en el medio ambiente. Cada una de estas características, resulta obvio, está asociada a un costo.

El diseño de un sistema de transporte debe apuntar a metas específicas como, por ejemplo, a proporcionar suficiente cupo, disponibilidad inmediata, un tiempo mínimo en el transporte de puerta a puerta y confiabilidad en cualquier estación del año; además de ocasionar efectos adversos mínimos en las áreas vecinas y en el medio ambiente; todo ello, por supuesto, a un costo razonable. Dichas metas no siempre se logran, pero ésta no constituye una razón válida para que interrumpamos el esfuerzo por alcanzarlas.

Discurso de Apertura (‘Disertación Magistral’) de la Mesa Redonda sobre Vialidad y Transporte, en el marco de la Convención UPADI 92, celebrada en Santo Domingo, República Dominicana, del 2 al 7 de agosto de 1992.

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