Hay que saber esperar

Es difícil saber esperar y sobre todo si  nuestros planes no se dan en el momento en que los hemos programado. ¡Qué frustración!…

Es difícil saber esperar y sobre todo si  nuestros planes no se dan en el momento en que los hemos programado. ¡Qué frustración! Cuando hemos diseñado un momento especial, cuando contamos las horas para acortar la distancia entre nosotros y la persona amada y sencillamente por una mala coordinación o por alguna situación inesperada, las cosas no salen como esperábamos. Lo admito, detesto que se arruinen mis planes, quizás por eso me parece que le debe pasar igual a todo el mundo.

Aunque el paso del tiempo me ha enseñado que casi siempre las cosas pasan o dejan de pasar por algo, no deja, sin embargo, de causarme el mismo pesar el tener que dejar las cosas para después. Viéndolo bien, todo obedece al acelerado ritmo de nuestras vidas, tenemos muy poco tiempo para cada cosa y muchas cosas que resolver en un tiempo relativamente corto, por eso cuando nos planificamos para hacer algo fuera de nuestra rutina del día a día, hacemos un gran esfuerzo para “liberarnos” momentáneamente de nuestras obligaciones y como si nada, sin más, ni más…. Suena el teléfono para anunciarnos un cambio de planes… uf!!  Es desconcertante, es verdad, pero luego el mal rato pasa y más si estamos seguros que a la otra persona le resultó tan triste y frustrante como nos resultó a nosotros. No es que sea un consuelo, es solo que en este caso, no hay personas culpables, la culpa es de las circunstancias.

Cada vez que se presenta un hecho como este, recuerdo, entre otras cosas, las palabras de mis padres de que siempre hay que agradecer a Dios por todo lo que nos pasa, por lo bueno como una forma de mostrar nuestra gratitud y por lo malo, porque bien pudo ser peor. Igualmente recuerdo lo dulce que es disfrutar un fruto cuando ha alcanzado su grado exacto de madurez y pienso en el tiempo que uno tiene que esperar para eso.

En resumen, esperar es una de las tareas que debemos aprender, más que nada porque a todo lo bueno, para que lo sea, debe dársele tiempo, lo que trae a mi memoria las letras de una canción de Silvio Rodríguez, que siempre le escuchaba cantar a mi madre y que decía  así : “Lo más terrible se aprende enseguida/ y hermoso nos cuesta la vida”.

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