El himno es la primera jugada

En un Mundial el himno no es solo el símbolo oficial del país. Sus notas pueden convertirse en la primera jugada con la que los futbolistas y su afición pueden tomar impulso hacia la portería contraria. En el partido que enfrentó a España…

En un Mundial el himno no es solo el símbolo oficial del país. Sus notas pueden convertirse en la primera jugada con la que los futbolistas y su afición pueden tomar impulso hacia la portería contraria. En el partido que enfrentó a España y Chile el público español coreaba su himno como siempre: Lo-lo, lo-loooo… Así es como habían venido triunfando hasta ahora. Sergio Ramos miraba al cielo, en la misma actitud que solía mostrar su compañero Raúl. Y Piqué mascaba chicle. Al rato, los chilenos entonaron el suyo con la mano en el corazón. El himno de España ha sido uno de los más abucheados dentro de su propio país. Era un toque militar compuesto en 1761 que se conocía como Marcha Granadera. Después comenzó a llamarse Marcha Real porque se interpretaba en los actos donde asistían los monarcas. El Gobierno de la II República española (1931-1939) lo abolió y el dictador Francisco Franco lo restableció en 1937.

Como nunca tuvo letra, entre los niños de hace más de 30 años se hizo famoso aquel estribillo de «Franco, Franco que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel…». Ese pasado franquista hizo que buena parte de la población no se identificase con él. Los reclamos independentistas de Cataluña y el País Vasco también encontraron en el himno un blanco fácil al que atacar. En la final de la Copa del Rey de 2009 entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao las dos aficiones recibieron el himno con una estruendosa pitada que fue censurada por Televisión Española. En 2012 se volvieron a enfrentar los dos equipos en otra final y las dos aficiones volvieron a abuchear el himno. En Chile, sería inconcebible un hecho semejante. Tal como relató Jorge Valdano en este diario, Chile cantó su himno «como quien sale a invadir, no como quien sale a jugar. Y realizó un partido coherente con ese entusiasmo patrio». En Chile, como en la mayoría de los países latinoamericanos, el himno se aprende en la escuela. Casi todos los chilenos se identifican con él, al margen de su ideología. Y cada uno refuerza la parte que más le conviene. A Pinochet le gustaba eso de «Vuestros nombres, valientes soldados / que habéis sido de Chile el sostén». Y la gente de izquierda resaltaba aquello de «O el asilo contra la opresión» y lo remataban con la palabra «revolución».

En Brasil también se enseña en las escuelas. Pero la letra es de un portugués casi arcaico y casi nadie la sabe cantar correctamente. Sin embargo, hay un sentimiento general de orgullo por la melodía. Así que casi todo brasileño se emociona con ella, sin distinciones políticas. En este Mundial se ha puesto de moda que los jugadores y su público lo canten a capela, cuando ya la orquesta ha terminado su parte. El fenómeno sucedió por primera vez el 19 de junio de 2013, en Fortaleza, en el segundo partido de la Copa Confederaciones, en plena ola de protestas contra los aumentos en las tarifas del transporte y los gastos excesivos en el Mundial. De pronto, cantar el himno se convirtió más que nunca en un acto de reafirmación patriótica. Y ahora, una vez que la orquesta termina su parte, el público sigue cantando una letra que casi nadie se sabía y los jugadores la acompañan emocionados. Neymar, en el partido contra México, disputado precisamente en Fortaleza, rompió a llorar cuando lo cantaba; los narradores de los canales brasileños lloran, llora Ronaldo como comentarista y lloran algunos periodistas extranjeros impresionados por el impacto de 60.000 voces unidas sin ayuda de instrumentos.

Los jugadores no han tenido más remedio que aprenderse la letra. En México, el himno es también una de las cosas más sagradas. En la escuela se aprende una versión de cuatro estrofas que es la que suele cantarse, porque la original tiene diez. Hace décadas en México triunfó una leyenda urbana según la cual a finales del siglo XIX el himno mexicano había quedado en segundo lugar en un concurso de París. El primer lugar fue para la Marsellesa. Lo malo es que la misma leyenda triunfó en otros países del continente, como Bolivia, Brasil y Perú. Lo cuenta el peruano Daniel Titinger López en su libro Dios es peruano. En Perú, el himno se empieza a cantar en los jardines de infancia, en las escuelas del Estado y bastante menos en los colegios particulares. Así que en las clases más humildes casi todo el mundo conoce los versos de «Somos libres, seámoslo siempre / seámoslo siempre». Antes solía cantarse con la mano en el pecho, pero ya solo lo hacen los militares como el presidente Ollanta Humala. En Uruguay, los niños entre 6 y 11 años tienen que saberse el himno y jurar la bandera el 19 de junio. A cambio obtienen un documento oficial. No jurar la bandera impide obtener títulos profesionales o acceder a los puestos de la Administración Pública. En Europa suele haber más distanciamiento. En Holanda, por ejemplo, a pesar de que cuenta con el himno nacional más antiguo del mundo –Wilhelmus, El Guillermo- solo el 40% de la población se lo sabe, según un sondeo publicado por los Ferrocarriles nacionales el pasado 2 de junio. Y el 60% restante es capaz de tararear, con más o menos dificultades, la primera de sus 15 estrofas. No se aprende en las escuelas, pero un 73% considera «importante» conocerlo. En este Mundial los jugadores de la selección lo cantaban con bastante determinación.

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