La inversión extranjera directa en República Dominicana viene creciendo de manera consistente, lo cual es una muestra de la estabilidad económica y del buen clima que exhibe la República Dominicana para los negocios; pero a la vez representa más desafíos para nuestras autoridades, especialmente en el ámbito institucional.
Cada vez son más las grandes plazas comerciales y nuevas empresas, especialmente en el régimen de zonas francas, que se instalan en el país con capitales externos. Empresas que traen divisas para invertir, que crean empleos, pero al mismo tiempo tienen el derecho legal de repatriar sus ganancias.
Además de la inversión extranjera en nuevas empresas, en los últimos años se han producido importantes alianzas estratégicas entre importantes compañías nacionales con firmas corporativas foráneas, por lo que la inversión también tiene presencia en asociación con organizaciones locales.
Esta situación obliga a las autoridades a fortalecer cada vez más las garantías legales e institucionales establecidas en el país, que las reglas de juego estén claras y que se respeten los derechos adquiridos por los inversionistas que vienen a hacer negocios.
Una de las desventajas que tiene la inversión extranjera es que cuando sus propietarios no se sienten a gusto, enfrentan alguna situación incómoda o entienden que no cuentan con las garantías debidas, simplemente recogen y se van. Es decir, de la noche a la mañana cualquier gran empresa extrajera puede cerrar sus puertas y mudarse a otro país, algo que es más difícil que ocurra con un inversionista local, que tiene todos sus lazos de unión en territorio dominicano.
El desafío también es para las empresas locales, especialmente las que suplen a las externas, ya que deben adaptarse a las reglas internacionales y parámetros modernos que traen las firmas de presencia mundial. Pero el hecho de que vengan más inversionistas de otras naciones es positivo para el país.