El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) hicieron muy bien con reunirse bajo la mediación de la Iglesia católica, representada por monseñor Agripino Núñez Collado.
Era necesario, porque la semana política que acaba de concluir empezó bajo un ambiente muy tenso, y el centro motivador de esa situación era la Junta Central Electoral (JCE), la institución encargada de la organización de las votaciones para escoger al Presidente y al Vicepresidente de la República.
Los elementos que provocaron el encuentro son conocidos, y no tiene objeto enumerarlos. ¿Qué importa ahora? Lo interesante es que con la reunión se haya abierto el diálogo, y con el diálogo la reflexión.
No sabemos qué hablaron los secretarios generales del PRD y el PLD. Pero fue positivo, toda vez que desactivó la tensión. Fue importante que los encomendados no aventuraran conclusiones. Ahora habrá que ver cómo los dirigentes de los partidos involucrados manejarán los contenidos del diálogo. Será este lunes cuando los secretarios se reunirán de nuevo.
Mientras tanto, no está demás precisar algunos asuntos. El PRD y el PLD son los principales partidos del sistema, pero ellos no tienen la última palabra. La organización de las elecciones atañe a todos los ciudadanos y a todos los partidos.
La ley electoral regula la JCE. Esa entidad no puede ser suplantada. Los partidos mayoritarios podrán llegar positivamente a entendidos, pero tal y como han dicho algunos miembros de la Junta, corresponderá a ellos tomar las decisiones.
Y los partidos tendrán que entenderlo. Los miembros de la JCE tienen un poder conferido por la ley desde el momento en que el Senado de la República les encomendó su misión. Ese poder tiene que ser asumido y ejercido con responsabilidad, apego a la ley, con garantía de que la misma se aplicará con igualdad para todos. Conviene recordar que el accionar de los partidos debe ser para fortalecer el papel y la autoridad de la JCE.
