¿Justicia por nuestra cuenta?

Todos los hechos que narraré sucedieron en Santiago. Trataré de ser lo más conciso posible, sin recurrir a los adornos literarios…

Todos los hechos que narraré sucedieron en Santiago. Trataré de ser lo más conciso posible, sin recurrir a los adornos literarios que a veces agradan a los articulistas. El primero ocurrió hace meses. En el programa de televisión aparecía la turba golpeando al joven acusado de robar en varios negocios de la zona. El mozalbete estaba en el suelo, protegiéndose como podía de las patadas y trompadas que le lanzaban. Luego lo levantaban y con más fe continuaban la paliza, a la que se agregaban como agresores dos niños y una anciana.

Prácticamente todos le proferían palabras obscenas y no pocos amenazaban con linchar al presunto delincuente, que no perdía la oportunidad de reclamar su inocencia, la cual no era creíble cuando analizábamos su lenguaje corporal.

Al poco rato llegó la Policía Nacional. Al principio se mantuvo algo indiferente y luego intervino sin mucho interés, como si en el fondo anhelara que los aglomerados terminaran lo iniciado, sin necesidad de la institución del orden recurrir al famoso intercambio de disparos.

El ciudadano apenas permaneció tres días detenido. Al salir de la cárcel, intentó asaltar a un taxista y como se resistió lo mató y luego huyó. Todavía está prófugo. Los deudos del conductor han jurado venganza. Acabo de leer que dos adolescentes de 13 y 16 años están graves en una clínica, luego de que desconocidos los golpearan con palos y los hirieran con armas blancas, pues cuando tumbaban mangos en una lejana finca, los confundieron con delincuentes. También otros dos muchachos fueron heridos cuando los moradores los acusaron de asaltar a estudiantes, obreros y mujeres en horas de la madrugada. En días recientes observamos imágenes de un supuesto asaltante que fue atrapado por lugareños, y después atado de pies y manos en una motocicleta y arrastrado por las calles, sufriendo serias lesiones en la cabeza, espalda, piernas y abdomen. Casi muere.

Otro caso tuvo lugar cuando vecinos de una señora que había sido asaltada, detuvieron a los señalados como responsables del hecho y por poco los linchan. La intervención de la Policía Nacional evitó el radical ajuste de cuentas.

Estas historias tienen variadas lecturas, todas preocupantes. Nos preguntamos: ¿Qué motiva a los ciudadanos a hacer justicia por sus propios medios? ¿Se sienten impotentes para enfrentar la delincuencia y solo pueden hacer algo si actúan unidos sin el amparo de las autoridades? ¿Está funcionando la Policía Nacional para prevenir los crímenes y delitos? ¿Están preparados los jueces y el Ministerio Público para darle eficaz seguimiento a los procesos de este tipo?

Una sociedad que practica el ojo por ojo y diente por diente necesita revisión urgente, pues la anarquía la acecha como ave de rapiña a su presa.

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