Lamentable, bochornoso

Es muy doloroso que quienes hayan optado por una misión tan elevada como la sacerdotal, la traicionen de la manera más infame.

Es muy doloroso que quienes hayan optado por una misión tan elevada como la sacerdotal, la traicionen de la manera más infame. Porque una renuncia al compromiso, al celibato, e incluso a la fe, en forma franca, de cara a la sociedad, no tiene que ser necesariamente condenada, porque a fin de cuentas es una decisión prevista en los cánones eclesiásticos.

Lo que irrita es que la más elevada forma de vida, como es concebida la sacerdotal, que por su naturaleza es de entrega total a Dios, sea utilizada, instrumentalizada, para cometer felonías que van más allá de lo que pudiera ser un comportamiento habitual de los hombres tradicionales. Es una traición,  una grosera cobardía.

Imaginamos el desaliento, la indignación, la frustración y el enojo que las denuncias contra sacerdotes, ciertas o falsas, provocan entre los honestos servidores de la fe. Porque la mayoría de quienes ejercen se presumen personas integrales, respetuosos de sus votos.

Y no se comprende cómo, después de la vida en el seminario, después de los votos de celibato y obediencia, y en algunos casos, como ocurre en cierta congregación, de los votos de pobreza, de una vida sencilla, se deje todo eso y se provoque tanto daño, cuando la iglesia provee los medios para solicitar la baja sacerdotal ante su superior. Porque cada cinco años tienen la posibilidad de decidir, de renovación o renuncia.

Como saben muy bien los lectores, abordar este tema resulta desagradable, porque nunca se espera una inconducta de esta naturaleza. Imaginamos que los sacerdotes están formados para guiar, para orientar. Deben constituirse en paradigmas del buen comportamiento humano y espiritual.

Lo peor de todo es cómo una mala conducta afecta a la iglesia, donde no siempre los líderes consienten que se abra una discusión mediática tan irritante.
Sin que pretendamos juzgar a nadie, deploramos todo esto, y especialmente, la incómoda tarea de compartir con nuestros lectores noticias desagradables. Pero quizás contribuyamos a superar  los lastres, que si bien son extraños en la Casa del Señor, no dejan de reflejar la sociedad de siempre.

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