P ara referirnos a las tareas en el ámbito educativo es preciso definirlas y diferenciarlas de otras actividades propias de la enseñanza y tomar en cuenta la íntima relación que se le atribuye con las actividades para aprender.
Las tareas se pueden definir como los compromisos que se asignan a los alumnos para ser realizados fuera de la escuela o centro educativo, vale decir, en la casa, la biblioteca, consultando direcciones electrónicas, entrevistando o consultando a personas.
Las tareas, deberes o compromisos, como también se les llama, pueden oscilar desde un “recorta y pega” físico, unos ejercicios aritméticos, reporte de lectura, transcribir un texto, construir una maqueta, escribir repetidas veces una idea, palabra o frase, completar un cuestionario, hasta investigaciones o un análisis de contenidos respecto de hechos, episodios, situaciones actuales o de la historia antigua o reciente.
En los últimos años se ha venido cuestionando el papel de las tareas, sobre todo, su impacto en los aprendizajes, los perjuicios y beneficios que podrían acarrear. En este sentido se citan las experiencias que apoyan los cuestionamientos a la efectividad como es el caso del sistema educativo de Finlandia, categorizado como uno de los mejores del mundo y no se asignan tareas para ser realizadas en casa o lo que se asigna es lo mínimo.
Respecto a los beneficios o no de las tareas se ha hecho referencia a los estudios del profesor Harris Cooper, de la Universidad de Duke, considerado uno de los que más ha investigado sobres los deberes escolares (tareas) en Estados Unidos el cual encontró que “la correlación entre la cantidad de deberes y el éxito en la escuela primaria es muy pequeña y solo hay una moderada correlación en secundaria” (Bennett, 2015). Asimismo, expone que “no hemos encontrado evidencia de que las tareas ayuden a los niños a ser mejores estudiantes”.
