“Bolo Francisco” o el teatro en la era de la informática

¿Cómo debe ser el teatro en este tiempo dominado por la Internet y las redes sociales? Pues, se diría, que debe ser ágil, lúdico, repleto de significantes de su contexto social y cultural. Exactamente como el texto y el montaje de “Bolo Francisco

¿Cómo debe ser el teatro en este tiempo dominado por la Internet y las redes sociales? Pues, se diría, que debe ser ágil, lúdico, repleto de significantes de su contexto social y cultural. Exactamente como el texto y el montaje de “Bolo Francisco”, producido por la Compañía Nacional de Teatro en la Sala Máximo Avilés Blonda, del Palacio de Bellas Artes. El texto es de Reinaldo Disla y la dirección de Claudio Rivera con colaboración de Miguel Bucarelli. Bellamente actuada con un sincronismo escénico de reloj, presentando concordancia de acciones bien articuladas, comandada por Johnnié Mercedes en el personaje-título y secundado por Ernesto Báez, Maggy Liranzo, Cristela Gómez, Wilson Ureña, Gilberto Hernández, Yamilé Scheker, Yorlla Castillo, Canek Denis, Amauris Pérez, Alejandro Moss, Pachy Méndez y Nileny Dipton. Un acentuado trabajo de Salvador Bergés en escenografía y máscaras se conjuga con la faena de Renata Cruz Carretero y su luminoso diseño de vestuario, que resalta bastante junto al maquillaje de Francis Cruz y el diseño de luces del mismo director.

Pues bien, pese al cine, a la televisión, a la internet y todo ese universo audiovisual, el teatro sigue vivo, como si nada, y en general así también todas las artes escénicas, pero especialmente el teatro del que se supone que a estas alturas nadie lo haría, pero ocurre que se resiste y no sucumbe puesto que es una actividad inspiradora, sensorial, y hasta espirituosa para quien actúa en el palco y para el público en la platea. Exactamente como viene ocurriendo en esta compañía oficial desde su fundación en el 1946 con el teatrista Emilio Aparicio Martínez (nació como Teatro Escuela de Artes Nacionales) y que hoy vemos evolución con este montaje. Y esto ocurre porque el teatro sigue siendo de las artes escénicas el que mejor descubre formas de vivir, lo que le hace esencialmente pedagógico.

“Bolo Francisco” cuenta con un texto cuyo lenguaje, cargado de formas del teatro popular, tiene bastante sustento social y cultural, el cual se expresa en las relaciones entre los personajes y de éstos con el contexto adverso, donde no hay malos ni buenos, sino circunstancias, donde cada quien actúa a consecuencia de satisfacer necesidades. En ese universo Bolo reniega de todo eso, él que a falta de una pierna se obliga a las muletas, él que necesita de ayuda para andar y desandar caminos nulos, vías como calles ciegas, él que prefiere morir en vida mil veces a morir de espíritu, y, entonces, esas aflicciones de alguna manera le ayudan a resistirse a ser un ente desalmado. Su máscara blanca con el entorno ennegrecido de los ojos representa las dos máscaras del teatro: la alegre y la triste. En todo esto vemos la fuerte correspondencia entre texto y puesta en escena como un tipo de teatro de compromiso social.

El teatro es hoy por hoy -sigue siendo- un acontecimiento social y cultural amenazado ahora por atracos callejeros, ineficiente transporte, por todo lo que sufre la ciudadanía y que le impide acceder al quehacer cultural. Muchas, demasiadas contrariedades, y aun así, como experiencia en la función que me tocó a casa llena hubo un público mayormente de jóvenes vestidos a lo deambow sorprendentemente seducido por este montaje, que reaccionaba favorablemente al acontecimiento escénico. En ese sentido, es bueno señalar que sentí un desapego artistas-público al final, luego de los aplausos, y se me ocurrió la idea de que quizás si se hubiesen integrado al público y generadas conversaciones momentáneas es muy posible que surgieran selfies y otros intercambios y eso es bueno para las relaciones teatro y público joven, exactamente como sucede con otros artistas donde se entablan juegos de complicidades.

Es bueno resaltar que “Bolo Francisco” responde a una conjetura socio-político-económica de la etapa de lucha y emancipación contra los “12 años” de Balaguer y sus gobiernos arbitrarios, y que tuvo su mayor expresión en el quehacer contracultural en el palco popular de calles, parques, cualquier lugar… y fue el momento de fortalecimiento de formas teatrales del grupo de teatro Gratey, por ejemplo, de muchos grupos de teatro que se gestaron en la resistencia cultural. Entonces, un tipo de narrativa teatral como esta es inadmisible que no se entienda, a menos, claro, que sea un necio en el mejor de los casos. Teatro es la más importante de las artes para tumbar el condenado analfabetismo cultural que sufrimos.

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