“Esquizofrenia social” y formación en valores

Leí este concepto en un artículo de Adriana Márquez titulado “La competencia magisterial en la encrucijada”. Lo utiliza para explicar cómo le decimos a los jóvenes que hay que estudiar para desarrollarse y luego no tienen oportunidades de…

Leí este concepto en un artículo de Adriana Márquez titulado “La competencia magisterial en la encrucijada”. Lo utiliza para explicar cómo le decimos a los jóvenes que hay que estudiar para desarrollarse y luego no tienen oportunidades de trabajo; porque estas oportunidades no dependen de su preparación académica, sino de las relaciones primarias de sus familias.

“Las relaciones (refiriéndose a contactos con personas con poder de decisión) son la única garantía de éxito profesional” expresan ellos en un estudio sobre “Valores, expectativas y vida cotidiana de la juventud dominicana”, realizado en marzo del 2014, para el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD). Estos jóvenes sienten el peso de la inequidad.

¿Por qué esquizofrenia?
El término esquizofrenia, acuñado por Bleuler, significa “mente partida” o “mente escindida”, porque se caracteriza por una ruptura de las percepciones con los estímulos reales externos (alucinación).

Obviamente, es una patología individual; pero se hace el símil por la incoherencia que existe entre lo que se plantea en los currículos educativos como pilar para el desarrollo personal y profesional; y lo que realmente encontrará él o la joven en el ámbito laboral.

Los jóvenes más pobres no tienen oportunidad de acceder a una buena educación; pero tampoco tienen oportunidades de participar en actividades sociales y culturales.

La gran mayoría de los jóvenes dominicanos se consideran afectados con una situación económica precaria por la falta de oportunidades de trabajo, lo que los empuja incluso hacia la delincuencia, sostiene un estudio sobre el sector divulgado por Asisa Research Group.

Existen algunas acciones, sobre todo financiadas por agencias internacionales que han desarrollado proyectos destinados a la atención de estos grupos juveniles vulnerables; lo han hecho en coordinación con algunas instancias estatales como los ministerios de Trabajo y el de la Juventud; sin embargo, son limitados en términos de cobertura para dar respuesta a un problema tan complejo, que requiere de una política de Estado integral y sostenida a nivel nacional. Hace falta, además, atención diferenciada de los diferentes grupos; los de la zona rural, por ejemplo, son diferentes a los de los barrios urbanos. Ojalá que esto pueda mejorar. l

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