“Soy marioneta de mi hijo”

Ricardo y Eugenia tenían cuatro años de casados cuando se enteraron de que iban a ser padres por primera vez.

Ricardo y Eugenia tenían cuatro años de casados cuando se enteraron de que iban a ser padres por primera vez. La dicha y la alegría se hacían sentir en cada rincón de su hogar, en sus familiares y amigos, quienes les vaticinaban que serían unos padres ejemplares. Nueve meses después, llega Carlitos, cargado de energía, gestos graciosos y llantos nocturnos que enloquecían a sus novatos progenitores.

Durante los primeros meses todo iba encaminado al éxito, claro, con los impasses que suelen acaecer en el cuidado del infante (y entre los padres).

Pero en medio de tanto alboroto, Carlitos fue aprendiendo los “truquitos” que hacían de papá y mamá “presa” fácil para sus exigencias.

Gritos que parecieron que le rajaron el alma, pataletas inexplicables o llantos ñoños comenzaron a ser habituales en el pequeño, acciones a las que Ricardo y Eugenia no podían resistir. Ver a su bebecito de tal manera, les hacía ceder en determinadas situaciones, que quizás no lo hiciesen si Carlitos no los hubiese convertido en sus “marionetas”.

Actos como los anteriormente expuestos son una clara evidencia de manipulación, en la que los niños o niñas hacen uso de sus habilidades de convencimiento desde temprana edad, y sin piedad.

Pero antes de profundizar en el tema es bueno aclarar qué es manipulación. Clarissa Guerrero, especialista en terapia infanto-juvenil, define el acto de manipular “como el control que ejerce una persona o un grupo de personas sobre otras impidiendo que sus opiniones y actuaciones se desarrollen natural y libremente”.

En el caso específico de los infantes, la experta se refiere a la “manipulación infantil” como al tipo de “presión”, ya sea conductual o verbal, que el menor ejerce en contra de las normas y limitaciones establecidas por los padres como modo de formación y educación.

¿Un pequeñito puede manipular?

Para algunas personas esto puede ser inverosímil, pues pensar que una criatura con poco tiempo de vida,  inocente e indefensa puede lograr que sus padres, tutores y allegados sucumban antes sus “escenas” de malcriadezas o sus ojitos rebosantes de ternura (según la situación, el pedido y el momento) pierdan el “control de mando” para imponer su autoridad y respeto. Pero la realidad, es que todo ser humano nace con la potencialidad de poder desarrollar la habilidad de manipular. Es una cuestión de supervivencia, intrínseco del ser.

“En edades tempranas del infante, al no tener las habilidades de comunicación verbal totalmente adquiridas, controla a través de su cuerpo”, comenta Guerrero.
Por lo regular, el niño o niña, detecta aquellas cosas que a papá y a mamá les causan mayor ansiedad o angustia. Así garantiza el éxito de su técnica. Es como si entendieran que ellos deben ir de “caza”: eligen, observan y atacan a la presa más débil (que puede ser uno de los padres o ambos).

Un capítulo habitual en los hogares donde vive un niño como Carlitos es hacer un show a la hora de comer. Rechazan la alimentación de manera agresiva, tanto, que puede volcarse en contra de la seguridad del niño pudiendo llegar a auto maltratarse o provocarse el vómito para evitar la ingesta de alimentos. Esto es una “vil” maniobra para que los padres den a torcer el brazo.

Punto a tomar en cuenta

Para que una conducta se instaure como manipulación debe, de alguna forma, ser reforzada por los padres. Sea por exceso de atención ante la misma (como en la mayoría de los casos) o, en su defecto, por falta de algún reforzador positivo ante la conducta deseada por los padres.

Por ejemplo, un pequeño el cual no tenga la necesidad de utilizar el lenguaje verbal para comunicarse ya que sus padres siempre están “adivinando” lo que quiere,  entonces el infante se da cuenta que de esta forma acapara la total atención de los padres y, en la mayoría de los casos, no realizará ningún esfuerzo para hablar.

Con respecto a esto, Guerrero apunta que, “los padres deben recordar que, a pesar de una temprana edad, así como no hay mejor conocedor de sus hijos que sus propios padres… así mismo no hay mejor conocedor de los padres que sus hijos”.

Un punto que se debe tomar en cuenta durante la formación de los primeros años de vida de cualquiera, es que es la etapa en la que se define las características de la personalidad del individuo. Los padres deben procurar que en la infancia de sus hijos aprendan a relacionarse con ellos y con otras figuras que representen la autoridad.

“Un niño que manipula en casa será un niño (a) que intentará manipular en el colegio y si no lo logra entonces vemos el “desbalance” poco favorecedor, en el aprenderán a manipular a aquellas figuras que se muestran más vulnerables”, dice la experta.

Si los padres no logran detectar a tiempo las conductas de manipulación en los hijos  y, a su vez, “desmontar” dichas manipulaciones, estas serán conductas que se repetirán en la adolescencia y a lo largo del transcurso de la vida de los mismos como adultos. Entonces la manipulación pasaría a ser la forma de vincularse con sus padres y, en un futuro, con las demás personas que les rodean. Lo más probable es que utilicen la manipulación como mecanismo de resolución de conflictos.

En fin, lo importante es que los padres puedan detectar a tiempo las jugadas del “titiritero” a tiempo y así poder establecer una relación familiar sana.

Cuando se manejan niños acostumbrados al mecanismo de la manipulación en un inicio pudiera parecer que los esfuerzos son inútiles, pero la persistencia al momento de establecer normas será la clave del éxito. Cuando el “ titiritero”  interiorice que  las normas no son flexibles entonces ni siquiera se arriesgará a intentarlo.

Los primeros indicios de manipulación

Los indicadores de que los niños están utilizando la manipulación son muy variables de una situación a otra, pero en general  se pueden mencionar algunos aspectos específicos que los padres pueden observar, como:

-Poseen una baja tolerancia a la frustración o a los límites establecidos por la autoridad (estalla con facilidad).

-Presentan conductas corporales específicas al momento de evitar lo que les disgusta (rabietas, provocación de vómitos, llantos, etc.)

-Son persistentes. No se detienen hasta lograr lo propuesto.

-Se calman con gran facilidad al lograr eliminar la conducta que les disgusta (se muestran cariñosos con el padre o la madre que cede).

-Tienden a polarizar a los padres como “el bueno” (el que cede) y “el malo” (el que mantiene la autoridad).

¿Cómo evitar que esto llegue a mayores?

Lo más importante es saber que nunca es tarde para establecer límites y normas. Si bien es cierto que existen edades idóneas para el establecimiento de las pautas, siempre hay tiempo para la interiorización adecuada de las mismas, según detalla Guerrero.

Si los padres ya han detectado que están siendo manipulados, lo más importante es que ambos se sienten a delimitar las reglas establecidas claramente en el hogar, las cosas que son permitidas y las que no se negocian.

Luego de que ambos padres se encuentren de acuerdo estas reglas deberán ser externadas a los hijos. En caso de ser niños en edades tempranas simplemente se informan las normas y reglas del hogar. Si se trata de adolescentes estas pueden ser discutidas y negociadas con los mismos, pero los padres mantendrán el control de la situación.

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