Leonel Fernández agasajado por su cumpleaños 58

En el Palacio Nacional no había lugar para tristezas. Todo era alegría. Había motivos para festejar: el presidente Leonel Fernández…

En el Palacio Nacional no había lugar para tristezas. Todo era alegría. Había motivos para festejar: el presidente Leonel Fernández cumplía años.

La fila era tan larga que atravesaba varios salones de la casa presidencial. La convocatoria era para las 11:00 de la mañana, pero Leonel llegó tarde. Esos minutos que antecedieron la llegada del “número uno”, fueron para muchos una eternidad. Estaban ansiosos.

La idea era saludarlo, abrazarlo y desearle parabienes al hombre que ha gobernado el país en tres momentos distintos de la vida nacional.

Funcionarios altos y medios; gente de a pie y políticos amigos del partido gobernante, lucían impacientes; querían acercarse y posar para las cámaras junto a Leonel, con sus mejores sonrisas, aparentemente felices y con hermosos atuendos.

Muchos, dependiendo del nivel de influencia, lograron colocarse en lugares privilegiados de la fila.

En dos de las puertas que dan acceso al salón donde el Presidente recibiría las acostumbradas salutaciones, había dos cajas grandes, donde las personas que dicen estimar y querer a Leonel depositaban regalos.

La hora esperada llegó. Se acabó la impaciencia. Justo a las 12:00 del mediodía, Leonel entró al salón abarrotado de gente. Los militares y policías, todos de altos rangos, se pusieron en atención; los ministros y funcionarios de menor jerarquía se enfilaron en ese mismo orden.

Leonel apareció sonriente y saludaba simpático. Se veía relajado y de buen ánimo. Nada mal para un Presidente que cumple 58 años, secreteaban algunos, aunque quizás deseosos de decírselo de frente y con carcajadas al mejor estilo diplomático.

César Pina Toribio, ministro de la Presidencia, fue el primero en felicitar el Presidente. Duró poco tiempo, como si quisiera mostrarle al resto que debían hacer lo propio, para ganar tiempo y permitir que cientos de hombres, mujeres, jóvenes y adolescentes, abrazaran a su presidente por su cumpleaños 58.

A Pina le siguieron, Luis Manuel Bonetti, secretario administrativo de la Presidencia; Joaquín Virgilio Pérez Féliz, ministro de las Fuerzas Armadas; Eduardo Selman, cónsul en Nueva York, y Francisco Javier García, ministro de Turismo. Y así prosiguió la fila que parecía interminable. Media hora, 45 minutos, una hora completa…Y el Presidente seguía firme y siempre sonriente; recibiendo a sus fieles y a otros que, aunque se colaron, fueron igualmente saludados con la decencia y caballerosidad que caracterizan a Leonel.

A las 12:38, las salutaciones fueron amenizadas por el conjunto típico al servicio de la Guardia Presidencial. Pero el acordeón, el rechinar de la güira y el repicar de la tambora apenas llamaron la atención de los presentes. Lo importante era llegar hasta donde el Presidente, lo demás era secundario.

Contrario a otros cumpleaños, en esta ocasión el presidente Fernández no recibió los papelitos que se hicieron famosos entre servidores públicos, amigos coyunturales y relacionados del primer mandatario, que suelen aprovechar la época para pedir favores o solicitarle que agilice los que están en trámites.

Esta vez los papelitos fueron sustituidos por folders conteniendo quién sabe qué tipo de documentos o peticiones. Fernández los recibía y los pasaba a su diligente guardaespaldas, mayor general Héctor Medina Medina.

La fila era larga y ya el mandatario asumía poses de atención militar, para poder soportar la jornada.

La mayoría de los invitados a festejar con el Presidente dejaban sus obsequios en las cajas colocadas para la ocasión. Pero algunos, como el jefe de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet), mayor general José Aníbal Sans Jiminián, prefirió llevar su regalo en las manos, para entregárselo personalmente a su comandante en jefe.

La fila avanzaba y el tiempo del Presidente, parado por más de una hora y sonriéndole a todos, también.

El personal de protocolo se empeñaba en indicar a los invitados que había que agilizar; que no era oportuno que, después de abrazar y ensalzar al agasajado, se quedaran hablando y departiendo por tiempo indefinido.

Esta escena fue presenciada cuando el turno para saludar y abrazar a Leonel fue para el exdirector del Instituto Agrario Dominicano (IAD). Después de felicitarlo, Héctor Rodríguez Pimentel duró más de diez minutos hablando con Leonel.

Y para colmo de las violaciones al protocolo establecido, el dirigente reformista también llamó a dos mujeres y un joven, que se presume eran sus parientes, para presentárselo al Presidente y agotar un tiempecito extra.

La gentileza de Leonel opocaba los gestos de preocupación que durante el acto hacían con tanto ahínco los hombres y mujeres que le han servido desde que se estrenó en los afanes presidenciales, en agosto de 1996. 

Entrada de la cuñada de Bosch; el gesto de Leonel 

Uno de los momentos más emotivos de las salutaciones al Presidente ocurrió con la entrada doña María Teresa Quidiello Castillo, cuñada del fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Juan Bosch.

Esta profesora con 66 años ininterrumpidos como educadora y formadora de cientos de profesionales en Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, fue en sillas de ruedas a felicitar a Leonel. Obviamente, no hizo filas para abrazar al compañero de partido y discípulo de Bosch.

Leonel se inclinó reverente ante esta formadora de generaciones, y se confundieron en un abrazo que arrancó aplausos de los presentes. María Teresa es hermana mayor de doña Carmen Quidiello, esposa de Juan Bosch.

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