La llama que trata de apagar un fuego

El 4 de enero del pasado año, Mohamed Bouazizi, totalmente momificado y rodeado de tubos, aparatos y demás cosas de un hospital, exhalaba…

El 4 de enero del pasado año, Mohamed Bouazizi, totalmente momificado y rodeado de tubos, aparatos y demás cosas de un hospital, exhalaba el último poco de aire que le quedaba en sus maltrechos pulmones luego de haberse autoinmolado al estilo bonzo en frente del ayuntamiento de Sidi Bouzid, ciudad depauperada en Túnez.

La precariedad rampante, el hambre, la desesperanza, la violencia de un Estado usurero y abusador, la corrupción policial a la que debía alimentar a diario dándole la mayor parte de lo que lograba vender en su humilde puesto de fruta y la detonante de una “bofetada” recibida de una arrogante funcionaria municipal cuando en aquella mañana quiso defender infructuosamente la mercancía que vendería en ese día y que había tomado a crédito, llevó a este hombre, tan pobre económicamente como rico en buenos modales, a comprar  “cash” cinco litros de gasolina y a prenderse fuego frente a la mirada impasible de dos guardias municipales.

Ese hecho se convertiría en la chispa que despertaría las más grandes movilizaciones que se hayan visto en el mundo árabe y que darían al traste con la caída del régimen de Ben Alí en Túnez y que luego se extenderían a Egipto y a otros países del área bajo la denominación generalizada de “Primavera Árabe”, término que, aun cuando guardamos ciertas reservas sobre su manipulación intencionada, no podemos dejar de reconocer que llevó a estos países a elecciones y a intentos de establecimiento de ensayos democráticos que a la larga han variado el curso de la historia en esta zona.

El término de “autoinmolación a lo bonzo” tiene su origen en unos trágicos sucesos acaecidos en Saigón en 1963, cuando un monje budista bonzo, en protesta por la represión a la que eran sometidos por su religión de parte del régimen comunista se hizo incinerar en la intersección de dos céntricas avenidas hasta quedar carbonizado allí. Luego de este suceso, algunas personas que ven en su inmolación una manera de protestar de manera pacífica y quizás una forma que trasciende al entendimiento convencional humano, han hecho de la autoinmolación al estilo bonzo una costumbre muy criticada aunque, con cierta reserva, respetada.

En los primeros días de esta semana, los principales diarios y noticieros internacionales mostraba la imagen de un joven tibetano mientras era consumido por el fuego en medio de una protesta por la visita del presidente chino Hu Jintao a la India. Y algunos podrían preguntarse ¿De dónde surge tal encono capaz de provocar que una persona se quite la vida de manera tan cruel y trágica por la sola visita de un mandatario chino a la India?

Hasta 1950, cuando China invade el Tíbet y aplasta el movimiento nacionalista que pedía la autodeterminación e independencia, los tibetanos apoyaban y eran parte de una monarquía feudal lamaísta cuya principal cabeza era el Dalai Lama. Sin embargo, luego de la invasión, éste tuvo que exiliarse en Dharamsala, al norte de la India, desde donde ha buscado el apoyo del mundo y de Naciones Unidas con el fin de que se le respete al Tíbet su deseo de autodeterminación, los derechos humanos de los ciudadanos y la libertad de religión vulnerada por China.

La situación China-Tíbet se ha mantenido en un punto ardiente, aun cuando la ONU adoptó resoluciones en 1959, 1961 y 1965 en las que instaba a China a respetar el principio de autodeterminación del Tíbet y los derechos humanos de estas personas que son modelos de convivencia, meditación y vida austera y pacífica.

Los tibetanos quieren vivir en paz y la intervención de la mano china allí solo ha ido eliminando poco a poco la identidad cultural y religiosa de un pueblo contemplativo y respetuoso. De los 6300 monasterios que existían en 1959 tan solo quedaban en 1980 unos 523, sin mencionar la tala de árboles, destrucción de campos para pruebas nucleares, extracción de uranio y almacenamiento de desechos tóxicos en desmedro del habitad natural del pueblo tibetano. Este jueves se anunciaba que el Dalai Lama seria galardonado por la Fundación John Templeton por sus aportes a la ética universal, la no violencia y la armonía de las religiones a nivel mundial. Pienso que los tibetanos, aun cuando les sobren razones para protestar, deben seguir ese ejemplo y que hechos como los ocurridos en esta semana, lejos de detonar acontecimientos de muerte, deben abocarse a ser la llama que atraigan la atención mundial y conminen a China a bajar la intensidad de su fuego colonialista y represivo en contra de los nobles y pacíficos ciudadanos del Tíbet.

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