Un llamado a la renovación nacional

La República Dominicana nació en 1844 gracias al anhelo de libertad de un puñado de hombres. Hoy enfrentamos problemas y dilemas muy similares a los de aquellos padres fundadores de la patria. Debemos decidir si actuamos a la altura de ellos, honrando&

La República Dominicana nació en 1844 gracias al anhelo de libertad de un puñado de hombres. Hoy enfrentamos problemas y dilemas muy similares a los de aquellos padres fundadores de la patria. Debemos decidir si actuamos a la altura de ellos, honrando su sacrificio al renovar nuestro compromiso con la libertad. O si por el contrario, hacemos el papel de otros, que careciendo de entereza moral para defender la libertad que recibieron, la perdieron.
En los  últimos años, nuestro país ha sufrido  una invasión pacífica masiva, resultado de las permanentes crisis políticas, el deterioro económico y la degradación social y medioambiental de nuestros vecinos. Estamos frente a un drama humano de dimensiones trágicas.

Sin embargo, somos un país pequeño y pobre que ha hecho un enorme esfuerzo por progresar. Desafortunadamente, nos ha  sido mas fácil avanzar materialmente, que desarrollar instituciones democráticas fuertes, honestas e inclusivas. Esta debilidad institucional explica nuestra incapacidad de enfrentar el gravísimo problema que representa esta desbordada inmigración. Y, lo que es peor, ante un problema que podría poner en peligro nuestra supervivencia como nación, hemos reaccionado engañándonos a nosotros mismos. Siendo así, se proclama un avance contra la pobreza de los dominicanos, ignorando que esto no será posible mientras crucen la frontera  miles de  indigentes, quienes terminarán hundiendo en la miseria haitiana a los dominicanos más pobres, pues compiten por puestos de trabajo, por los precarios servicios sociales, mientras bajan sus salarios. Se proclama una vigilancia estricta de la frontera, desmentida a diario por la abundancia de inmigrantes indigentes en las calles, muchos de ellos menores explotados. Se argumenta que los dominicanos no desean trabajar. Y sin embargo, nuestros conciudadanos arriesgan sus vidas para buscar trabajo en otros países.

Se argumenta que los dominicanos no tienen las habilidades para efectuar  determinados trabajos, pasando por alto que el desempleo permanente. Se menciona una conspiración de las grandes potencias contra nuestra soberanía. Pero la verdadera conspiración es la de algunos dominicanos contra su propio país, al actuar en detrimento de los intereses nacionales a través de decenas de ONG financiadas desde el exterior, procurándonos sanciones cuando ejercemos nuestra legitima soberanía. En fin, estos argumentos intentan justificar el egoísmo, la falta de patriotismo e irresponsabilidad de algunos para ponerle fin a una inmigración que podría terminar en un indeseable enfrentamiento entre dominicanos y haitianos por recursos  que resultarán escasos para tantas personas, y en una inaceptable injerencia extranjera en nuestros asuntos. Pero los dominicanos sabremos ponernos a la altura de nuestros desafíos, como lo hicieron los Trinitarios en 1844, y proclamar junto a ellos: “ ¡Dominicanos!… el interés nacional nos llama a la unión. Con nuestra firme resolución, mostrémonos los dignos defensores de la libertad” …y enfrentemos esta invasión pacífica con la firmeza y valentía y sentido de humanidad de un pueblo que merece ser libre.

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