Llegan a Bogotá los cadáveres de 4 uniformados muertos por FARC

BOGOTA (AP) — Bordeando la media noche y en medio de honores militares, arribaron los cadáveres de cuatro uniformados…

BOGOTA (AP) — Bordeando la media noche y en medio de honores militares, arribaron los cadáveres de cuatro uniformados que las FARC mantenían retenidos desde finales de la década de 1990, previamente había llegado un quinto secuestrado que fue encontrado con vida.

El ejército encontró la víspera los cuerpos de tres policías y un militar luego de que la fuerza pública chocara con unidades de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en una región rural del municipio de Solano, en el departamento de Caquetá y a unos 418 kilómetros al suroeste de la capital colombiana.

La nave que traía a los uniformados muertos aterrizó en el aeropuerto militar de Catam, en Bogotá, donde la Guardia Presidencial y miembros de la escuela de policía General Santander se formaron en calle de honor para rendirles un último adiós.

Del traslado de los restos hasta la sede de Medicina Legal se ocupó un equipo del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía, custodiado por unidades militares.

Los restos eran los del intendente Alvaro Moreno, el coronel Edgar Duarte, el mayor Elkin Hernández, todos de la policía, y el sargento mayor del ejército José Libio Martínez.

Moreno, de 36 años, fue capturado por las FARC en Curillo en 1999.

El coronel de la policía Duarte, de 47 años, y el mayor Hernández, de 34, cayeron en poder de los rebeldes en octubre de 1998 en Paujil, una localidad de Caquetá.

En tanto, Martínez, de 35 años, era el uniformado con mayor tiempo en poder de las FARC. Había sido secuestrado tras un ataque guerrillero a un puesto del ejército al sur del país el 20 de diciembre de 1997.

Durante la tarde, el presidente Juan Manuel Santos había confirmado que las honras fúnebres de los policías y el militar se llevarán a cabo el martes.

El mandatario se reunió con el sargento de la policía Luis Alberto Erazo, quien le expresó su deseo de continuar en la institución a pesar de haber estado cautivo por las FARC durante casi 12 años.

El uniformado, sobreviviente del combate que sostuvo el sábado esa guerrilla con el ejército, llegó al medio día a Bogotá donde fue recibido por jefes policiales al descender de una avioneta de esa institución.

Con una venda en su mejilla izquierda cubriendo una lesión por esquirlas de granada, el sargento no hizo declaraciones y se limitó a saludar desde lejos a los reporteros que lo aguardaban.

De inmediato fue trasladado por una ambulancia al hospital central de la policía para ser valorado. Allí, su madre, una hermana, sus dos hijas y un nieto lo esperaron.

Luego arribó el presidente Santos en compañía de la alta cúpula militar y de su ministro de Defensa. En un corta declaración a periodistas, el mandatario dijo que Erazo les contó detalles de «cómo lo habían tratado durante todo este tiempo que estuvo secuestrado … Nos contó las últimas horas, los últimos días».

«Nos contó cómo se salvó, corriendo para un lado y escondiéndose en un tronco», detalló Santos luego de su encuentro con el ex rehén.

Erazo, de 48 años, fue encontrado con vida el sábado por la tarde por el ejército en la misma zona donde los otros cuatro uniformados cayeron muertos.

Erazo fue retenido en el mismo ataque de las FARC en el que secuestraron al intendente Moreno.

El presidente Santos aseguró que el uniformado le agradeció, pues según le dijo «él estaba vivo gracias a la (fuerza) pública».

Destacó que «fue realmente conmovedor ver a este héroe de la Patria (Erazo) en este estado de ánimo, queriendo seguir en su institución, luchando por el país».

Más temprano, mientras Erazo celebraba su libertad, el hijo del uniformado con mayor tiempo en poder de las FARC, José Libio Martínez, repudió el hecho en el que murió su padre, a quien nunca conoció. Cuando Martínez fue secuestrado, el joven estaba aún en el vientre de su madre.

«Señores de las FARC: ustedes ayer 26 de noviembre me rompieron las alas, me rompieron el sueño, el anhelo de conocer a mi padre personalmente», dijo ante reporteros Johan Steven Martínez, de 13 años.

El muchacho le reclamó severamente a los rebeldes por entregarle a su progenitor dentro de un ataúd y confesó que guardó, hasta el último momento, la esperanza de recuperarlo con vida.

«No esperaba que ustedes me lo mataran, no esperaba que ustedes lo mandaran en un cajón», se lamentó. «Yo quería verlo a él, quería conocerlo», expresó a la vez que demandó la libertad de todos los cautivos.

Con la voz entrecortada el joven pidió a los rebeldes que «no hagan que niños como yo suframos esta guerra. Ya es hora de que suelten esas armas que mucho daño le han hecho a Colombia y a gente inocente».

El sábado, el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, condenó el asesinato de los uniformados, atribuido a las FARC por el gobierno colombiano, y pidió que la comunidad internacional lo rechace por ser un crimen de lesa humanidad.

«Este hecho representa una grave violación al Derecho Internacional Humanitario de personas que han sido privadas de la libertad por tantos años por este grupo armado», indicó al alto funcionario en una breve nota.

Insulza demandó la inmediata liberación de todos los secuestrados la que, sostuvo, «no es objeto de ninguna negociación, sino una condición previa para la paz».

Las autoridades colombianas se han negado a dar mayores detalles sobre el enfrentamiento con las FARC del sábado.

En la víspera un alto funcionario del Ministerio de Defensa detalló a la AP que no se trató de una operación de rescate fallida sino que las tropas estaban en tareas de ubicación siguiendo datos de inteligencia sobre la posibilidad de que hubiera cautivos en aquella región.

Antes, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, había explicado a la prensa que Erazo logró salvarse porque al escuchar disparos alcanzó a huir y se ocultó en la selva. En su fuga algunos guerrilleros lo persiguieron y le lanzaron granadas, que le causaron la herida en el rostro.

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