Los dueños del circo

La larga, hueca  y costosa campaña electoral para las próximas elecciones presidenciales está utilizando la vieja estrategia de las denuncias de corrupción entre los principales opositores.

La larga, hueca  y costosa campaña electoral para las próximas elecciones presidenciales está utilizando la vieja estrategia de las denuncias de corrupción entre los principales opositores. Esto hace que salga todo tipo de denuncias, algunas sin ningún fundamento, otras con apariencia de verdad y unas hasta aceptadas como hechos normales por sus protagonistas.

Lo lamentable es que el tratamiento que se le da al tema sea solamente para echar leña al fuego que aviva las pasiones políticas, sin que se deriven investigaciones responsables por parte de los organismos correspondientes; lo que hace que ante la ausencia de acción por parte del Estado la sociedad tome en sus manos la justicia y haga su propio juicio sobre el hecho denunciado y que los presuntos implicados sigan actuando libremente y avanzando muchas veces en su carrera política, aunque no se haya esclarecido si han sido víctimas de difamaciones o si ciertamente son culpables de los hechos que se les imputan y merecen ser sancionados.

Políticos de los tres principales partidos nos han gobernado en los últimos 50 años y los que ayer acusaron de corrupción hoy son el blanco de estas acusaciones. A pesar del voto de leyes especiales, ratificaciones de tratados y disposiciones constitucionales tendentes a luchar contra la corrupción y asegurar una mayor transparencia del Estado, así como de la creación de organismos y comités especializados; la percepción es que de nada han servido estas acciones y que los niveles de corrupción han aumentado.

Con la misma banalidad con que las autoridades tratan el tema de la lucha anticorrupción se hacen acusaciones alegres, no solo las que se realizan públicamente sino las muchas otras que se hacen privadamente dentro de la justicia particular que cada quien aplica a sus corruptos favoritos.

Lo cierto es que la corrupción pública en nuestro país nunca ha sido enfrentada con seriedad y por eso aquí nadie es culpable de ningún hecho y todos son “víctimas” de persecuciones políticas; lo que a la postre perjudica a aquellos funcionarios honestos que han tenido todos los partidos; aunque a decir verdad, en la mayoría de los casos la percepción de la sociedad mide con bastante justeza la moralidad de cada funcionario o líder.

La única manera de romper con este círculo vicioso que se ha creado en relación con el tema de la corrupción pública es que más allá de las elecciones y el show político creado con ella se propicien investigaciones serias que conduzcan a acciones responsables que tengan como resultado sentencias ejemplarizantes.

El día que esto suceda no dejará de haber corrupción pero habrá menos por temor al castigo y muchos, al igual que sucede en distintos países del mundo, preferirán renunciar a sus cargos ante denuncias de corrupción, para no afectar a su partido, lo que contribuirá a hacer cambiar el pernicioso patrimonialismo de la política local. Mientras esto no suceda, simplemente cada temporada seguiremos asistiendo al espectáculo en cartel que nos brinden los dueños del circo.

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