Los mitos nunca serán verdades

Pese a su perpetuación y tránsito de generación a generación,  los mitos nunca se convierten en verdades.

Los mitos nunca serán verdades

Pese a su perpetuación y tránsito de generación a generación,  los mitos nunca se convierten en verdades.

Pese a su perpetuación y tránsito de generación a generación,  los mitos nunca se convierten en verdades. A la mitología o al catálogo  inacabable de las afirmaciones peregrinas corresponden los juicios del señor Fernando Casanova publicitados en elCaribe del 13 de este mes, bajo el título de Exportar nuestro arte. No voy a detenerme en la confusión alarmante entre arte, cultura y plástica, sino en rebatir la falsedad de que “salvo el caso de Eduardo León Asensio cuando fue embajador en Washington, nuestro servicio exterior ha dado un flaco servicio a nuestro arte en el exterior”.

Cuando fui embajador en Londres desde el 2005 hasta el 2011, patrocinamos discusiones sobre literatura dominicana, exposiciones de pintura y fotografía y conciertos. Los libros más relevantes de la producción intelectual de Juan Bosch reposan hoy en la Biblioteca de la Universidad de Londres, y una colección de obras dominicanas figura en el inventario de Canning House, la casa latinoamericana en la capital británica. Ya en Washington, la embajada dominicana mantiene un programa activo de promoción de la cultura dominicana que incluye no solo pintura, sino también nuestra cocina, música, productos autóctonos y fotografía.

La plástica, como expresión artística, no es la única faceta cultural que debería ocupar la atención de nuestro servicio exterior. Por ejemplo, tenemos un programa activo con las escuelas del Gran Washington  para la difusión de nuestra cultura. El viernes  pasado se efectuó la tercera visita al quinto curso del Marie Reed Elementary School dentro del Embassy Adoption Programa al cual nos hemos integrado.  Se les presentó a los estudiantes dos tipos de música dominicana –merengue y bachata—y luego se les explicó el origen e historia de esos ritmos.

El plátano está de moda a propósito del Clásico Mundial de Béisbol. Pues  a esos niños norteamericanos se les enseñó la diferencia entre un plátano y un guineo, y también se les ofreció la oportunidad de degustarlos como parte de la lección. Igualmente, se les mostraron las diferencias entre la caña de azúcar y el bambú, amén de explicaciones sobre nuestros productos naturales. ¿Acaso no es esa una demostración fehaciente de cómo promover la cultura dominicana de manera innovadora y a un nivel que dejará huellas permanentes y por tanto una vinculación temprana con nuestro país? Ya se han hecho los contactos para visitar las escuelas con alumnos de origen dominicano y ponerlos en contacto con la nueva ley substantiva dominicana por vía de la Constitución Infantil preparada por la Cámara de Diputados.

El año pasado, y como parte de las actividades  ya tradicionales en el Washington diplomático, nuestra sede batió récord de visitantes interesados en la República Dominicana  y su cultura en el día de la embajada abierta. Se hicieron más de 1000 brindis de ron, un producto asociado profundamente con nuestro pasado. Este jueves 21 de marzo, abriremos la presentación de un documental sobre los refugiados judíos que llegaron a Sosúa durante la Segunda Guerra Mundial, un capítulo brillante de nuestra historia y, por tanto, parte del acervo dominicano.

En Nueva York, por otro lado, opera un Comisionado de Cultura, parte del Ministerio de Cultura. Son múltiples las actividades que patrocinan, sobre todo en el área vital de la literatura, apoyados por las autoridades consulares.

También el consulado dominicano en Miami promueve fervorosamente las actividades culturales el año entero. El autor ingresa en terreno movedizo con estas afirmaciones: “…peor, recientemente la embajada dominicana en Washington, en una colaboración con la embajada haitiana, el Museo de Arte Moderno de las Américas y la OEA, organizaron una exposición en Washington con el título “Geografía compartida: República Dominicana y Haití”. En un terrible error de cálculo nuestros representantes en el extranjero nos presentan bajo la tutela de Haití, para que siga la asociación de ideas entre las dos naciones; pero con la referencia básica puesta en Haití” .

Si de una actividad nos sentimos orgullosos, es, precisamente, de esa exposición conjunta que trasciende prejuicios, desmonta la campaña en contra del país por alegado racismo y, además, muestra el camino futuro de preocupaciones comunes a ambos países unidos por la geografía. Por eso las obras exhibidas provienen de jóvenes pintores, con lo que llamamos la atención hacia el porvenir. No por casualidad ha sido hasta ahora el evento más concurrido en el Museo de las Américas. ¿Dónde está el tal tutelaje si la iniciativa fue nuestra y ambas embajadas participaron en igualdad de condiciones, unidas en propósitos de solidaridad que recalcó con agudeza el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza?

Aceptable que al crítico de pintura, que no de arte,  se le escapen ciertas sutilezas políticas. Imperdonable, sí,  que carezca de la sensibilidad indispensable para entender que en lo que a cultura toca, ningún país supera a otro. Y que para hablar sin conocimiento de causa no se necesita arte alguno.

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Pese a su perpetuación y tránsito de generación a generación,  los mitos nunca se convierten en verdades. A la mitología o al catálogo  inacabable de las afirmaciones peregrinas corresponden los juicios del señor Fernando Casanova publicitados en El Caribe del 13 de este mes, bajo el título de Exportar nuestro arte. No voy a detenerme en la confusión alarmante entre arte, cultura y plástica, sino en rebatir la falsedad de que “salvo el caso de Eduardo León Asensio cuando fue embajador en Washington, nuestro servicio exterior ha dado un flaco servicio a nuestro arte en el exterior”.

Cuando fui embajador en Londres desde el 2005 hasta el 2011, patrocinamos discusiones sobre literatura dominicana, exposiciones de pintura y fotografía y conciertos. Los libros más relevantes de la producción intelectual de Juan Bosch reposan hoy en la Biblioteca de la Universidad de Londres, y una colección de obras dominicanas figura en el inventario de Canning House, la casa latinoamericana en la capital británica. Ya en Washington, la embajada dominicana mantiene un programa activo de promoción de la cultura dominicana que incluye no solo pintura, sino también nuestra cocina, música, productos autóctonos y fotografía.

La plástica, como expresión artística, no es la única faceta cultural que debería ocupar la atención de nuestro servicio exterior. Por ejemplo, tenemos un programa activo con las escuelas del Gran Washington  para la difusión de nuestra cultura. El viernes  pasado se efectuó la tercera visita al quinto curso del Marie Reed Elementary School dentro del Embassy Adoption Programa al cual nos hemos integrado.  Se les presentó a los estudiantes dos tipos de música dominicana –merengue y bachata—y luego se les explicó el origen e historia de esos ritmos.

El plátano está de moda a propósito del Clásico Mundial de Béisbol. Pues  a esos niños norteamericanos se les enseñó la diferencia entre un plátano y un guineo, y también se les ofreció la oportunidad de degustarlos como parte de la lección. Igualmente, se les mostraron las diferencias entre la caña de azúcar y el bambú, amén de explicaciones sobre nuestros productos naturales. ¿Acaso no es esa una demostración fehaciente de cómo promover la cultura dominicana de manera innovadora y a un nivel que dejará huellas permanentes y por tanto una vinculación temprana con nuestro país?

Ya se han hecho los contactos para visitar las escuelas con alumnos de origen dominicano y ponerlos en contacto con la nueva ley substantiva dominicana por vía de la Constitución Infantil preparada por la Cámara de Diputados.

El año pasado, y como parte de las actividades  ya tradicionales en el Washington diplomático, nuestra sede batió récord de visitantes interesados en la República Dominicana  y su cultura en el día de la embajada abierta. Se hicieron más de 1000 brindis de ron, un producto asociado profundamente con nuestro pasado. Este jueves 21 de marzo, abriremos la presentación de un documental sobre los refugiados judíos que llegaron a Sosúa durante la Segunda Guerra Mundial, un capítulo brillante de nuestra historia y, por tanto, parte del acervo dominicano.

En Nueva York, por otro lado, opera un Comisionado de Cultura, parte del Ministerio de Cultura. Son múltiples las actividades que patrocinan, sobre todo en el área vital de la literatura, apoyados por las autoridades consulares. También el consulado dominicano en Miami promueve fervorosamente las actividades culturales el año entero.

El autor ingresa en terreno movedizo con estas afirmaciones: “…peor, recientemente la embajada dominicana en Washington, en una colaboración con la embajada haitiana, el Museo de Arte Moderno de las Américas y la OEA, organizaron una exposición en Washington con el título “Geografía compartida: República Dominicana y Haití”. En un terrible error de cálculo nuestros representantes en el extranjero nos presentan bajo la tutela de Haití, para que siga la asociación de ideas entre las dos naciones; pero con la referencia básica puesta en Haití”.

Si de una actividad nos sentimos orgullosos, es, precisamente, de esa exposición conjunta que trasciende prejuicios, desmonta la campaña en contra del país por alegado racismo y, además, muestra el camino futuro de preocupaciones comunes a ambos países unidos por la geografía. Por eso las obras exhibidas provienen de jóvenes pintores, con lo que llamamos la atención hacia el porvenir. No por casualidad ha sido hasta ahora el evento más concurrido en el Museo de las Américas. ¿Dónde está el tal tutelaje si la iniciativa fue nuestra y ambas embajadas participaron en igualdad de condiciones, unidas en propósitos de solidaridad que recalcó con agudeza el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza?

Aceptable que al crítico de pintura, que no de arte,  se le escapen ciertas sutilezas políticas.

Imperdonable, sí,  que carezca de la sensibilidad indispensable para entender que en lo que a cultura toca, ningún país supera a otro. Y que para hablar sin conocimiento de causa no se necesita arte alguno.

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