Magín en AMCHAM

La semana pasada participó en el almuerzo mensual de la Cámara Americana de Comercio el director de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), licenciado Magín Díaz.

La semana pasada participó en el almuerzo mensual de la Cámara Americana de Comercio el director de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), licenciado Magín Díaz.
Su participación fue interesante y acertada, aún cuando de seguro algunos no hayan estado de acuerdo. Sin duda, nuestro sistema tributario necesita una revisión porque no sólo se ha erosionado, como dice el Fondo Monetario Internacional, por exenciones; sino también por el “quid pro quo”, expresión latina que significa una cosa por otra, tan típico de nuestra sociedad.

Pasando a discutir algunos de los puntos planteados en la charla, empiezo por las exenciones. Las mismas son necesarias en cualquier sistema, siempre y cuando el beneficio a la economía sea mayor que el sacrificio fiscal. Esto puede ser en empleos y promoción de sectores que deben competir internacionalmente con otras naciones con beneficios similares, en el impulso de las exportaciones y el desarrollo de sectores específicos, como es el caso de la energía renovable y del cine.

Pero como siempre de las exenciones se abusa, para todo se pide comprobante fiscal, hasta para compras insignificantes, y en el caso de los 200USD libres de impuestos, mecanismo que busca reducir los costos de importaciones que van a mejorar condiciones de vida de la clase media y de los que menos tienen, se han montado importantes negocios de repuestos, de ropa, de zapatos, electrodomésticos y muchos más cuyo único límite es la imaginación.

Magín mencionó a un economista que yo leí en mi época de estudiante y que él tuvo el honor de que fuera su profesor. Recuerdo una conversación que sostuve con mi querido profesor el padre Jorge Munguía (EPD) cuando hablábamos del libro de Becker “Crimen y castigo” y las declaraciones del entonces presidente Balaguer, de que la corrupción se paraba en la puerta de su despacho y reconociendo que durante su gestión se habían creado 300 nuevos millonarios.

Desde esa época nuestro sistema tributario es “inequitativo, ineficiente e insuficiente” y queda más que demostrado en exoneraciones de vehículos de súper lujo, sobre los cuales la DGII debería hacer una auditoría para determinar si sus declaraciones de impuestos justifican los ingresos para esos autos y para las viviendas en la que se exhiben los mismos.

Con relación a lo de los hoteles, un hotelero muy importante nos decía estar de acuerdo con las declaraciones del director de la DGII y nos señaló que él mismo había planteado esa situación hace mucho tiempo, sugiriendo un ITBIS menor a cambio de la transparencia total en la declaración de los paquetes turísticos.

En el caso de las impresoras fiscales existe una oposición insensata de parte de ciertos gremios comerciales a la implementación de la misma. Incluso, han elevado un recurso de amparo contra esta medida. Pienso que el que no quiere dar información es porque tiene algo escondido. La implementación de las impresoras debe ser universal porque la evasión no sólo afecta al fisco, atenta contra los negocios formales creando una enorme competencia.

La evasión del ITBIS no es algo nuevo y mientras el mismo no se universalice, el incentivo a no pagarlo tiene un costo beneficio muy alto. En una misma rama de negocios hay productos gravados y otros no, creando vasos comunicantes que dificultan la fiscalización de dicho impuesto.

Del ITBIS sólo debe estar exento la educación, la energía y los medicamentos, incluso sugeriría un ITBIS muy bajo para estos sectores de forma que la DGII pueda tener control sobre todas las operaciones completas.

No son sólo los chinos de la Duarte que no pagan ITBIS, en algunos destinos turísticos hay que preguntar antes de entrar si aceptan tarjetas de crédito porque si no lo hace puede fácilmente no tener cómo pagar.

Pagar impuestos, como su nombre lo dice, no es voluntario ni gracioso, pero es más cuesta arriba pagar para que los mismos no sean aplicados correctamente. Es cierto que esto no es una función de la DGII, que el Gobierno de la misma forma como tiene que apoyar este esfuerzo de mejorar la administración tributaria tiene que hacerlo del lado de los gastos.

Sólo un pequeño porcentaje de los contribuyentes paga sus impuestos, porque la mayoría siente que el esfuerzo de su trabajo se gasta en lo que no se debe. Qué inoportuno e inadecuado ha sido el aumento de sueldos de los senadores. Las justificaciones no aceptan ningún análisis. Por suerte, la posición de la presidenta de la Cámara de Diputados ha sido vertical, nuestras felicitaciones.

El tema del salario mínimo está pendiente. No puedo estar más de acuerdo que el mismo es muy bajo, incluso un mayor salario mínimo iría en beneficio de las ventas y de los ingresos del Gobierno, porque todo iría al consumo. Pero así como nuestro salario mínimo es uno de los más bajos de la región, el costo de la seguridad social es uno de los más elevados, que sin dudas es uno que frena mejorar el tan bajo salario.

El gran trabajo de Magín es devolver la credibilidad a la institución, evitar la competencia desleal, que se hace desde dentro con ofertas y chantajes que se daban a los contribuyentes. Un amigo me contaba que luego de una auditoría a su empresa se presentó un funcionario de la renta para hacerle ofertas de reducción de los impuestos liquidados.

El reto será que las demás áreas del Gobierno entiendan la importancia de la eficiencia en el gasto porque siempre existirá la resistencia a pagar, pero mucho más cuando los recursos se malgastan y funcionarios exhiben fortunas que no soportan el más mínimo análisis financiero.

Los esfuerzos serios deben contar con el apoyo del sector empresarial, que viene reclamando por una economía más formal y más transparente. Esto no estará ausente de críticas y críticos, pero mejorar las recaudaciones es un trabajo de todos.

Sería interesante que el próximo orador al almuerzo de AMCHAM lo sea el ministro de Hacienda, para oír sus planteamientos sobre la reducción de gastos innecesarios, que hacen que nuestra economía sea excesivamente cara. 

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