Tres accidentes en igual número de envasadoras de gas licuado de petróleo (GLP) en aproximadamente un mes es una frecuencia preocupante que debe mover a la búsqueda de medidas preventivas.
Al menos tres muertos, decenas de heridos, casas y vehículos destruidos son el balance del aspecto material de los accidentes, dos de los cuales ocurrieron en el Gran Santo Domingo y uno en San José de Las Matas.
Cada caso deja una secuela de efectos sicológicos que aunque no se cuantifican como los daños materiales, su efecto traumático en los afectados es grande.
Ahora bien. ¿Qué puede hacerse para evitar la ocurrencia de nuevos accidentes? Difícilmente se pueda dar una fórmula única. Pero hay una realidad que necesita ser confrontada y enfrentada. Y es que existe una peligrosa convivencia entre plantas envasadoras de GLP y residencias.
Existen normas que regulan la instalación de ese tipo de negocio. Pero al parecer no se cumplen a cabalidad. Ahora se discute, cuando ocurre un accidente en una envasadora, el tema de quien llegó primero. El negocio o el barrio. La realidad es que una gran parte de los negocios están rodeados de viviendas y comercios.
Ya hay intereses creados que hacen más difícil buscar una solución al problema que implica la coexistencia envasadoras-barrios.
Cruzarse de brazos y dejar todo igual no es la mejor opción. Hay que actuar en lo que se busca una solución de fondo. Una forma de proceder sería iniciar, desde ya, un amplio y riguroso programa de inspección de todas las envasadoras, para verificar el estado de sus equipos y la vulnerabilidad que presentan. Y si esas inspecciones sugieren clausura de alguno de esos negocios, que se clausure provisional o definitivamente.
Quien tenga que actuar que actúe. ¡Pero ya! l
