Marx y los perdedores permanentes

Una fascinante pregunta de la historia intelectual del pasado siglo es analizar por qué las predicciones  de Marx no se cumplieron.

Una fascinante pregunta de la historia intelectual del pasado siglo es analizar por qué las predicciones  de Marx no se cumplieron. Comencemos diciendo lo obvio. Marx fue un genio, quizás no así muchos de sus divulgadores. Eso ocurre en ocasiones con los grandes pensadores: sus ideas se devalúan, cuando se popularizan.

Marx escribió motivado por la indignación que le causaban las condiciones de vida de los trabajadores en el capitalismo de la Revolución Industrial y postuló el argumento, lógicamente válido, de que un sistema caracterizado por unos perdedores permanentes -el proletariado- y unos ganadores permanentes -la burguesía- eventualmente colapsaría. Esto así, pues la apropiación por los capitalistas de la riqueza creada por los obreros, los condenaba a una penosa subsistencia.

El argumento de Marx está basado en lo que hoy llamamos una solución de suma cero. ¿Quién no ha visto a dos hermanos pelearse por un pedazo de pastel? El pedazo que uno toma equivale al pedazo que el otro pierde.

Pero, ¿qué pasaría si discutieran por un pedazo de pastel que creciera constantemente? En ese caso, habría manera de acomodar a los dos hermanos.

El pastel creció porque el trabajo se hizo más productivo, pues el avance tecnológico aumentó la cantidad de producción que un trabajador podía producir en una hora, lo que permitió aumentar los salarios, lo que impulsaba a nuevas innovaciones, en un círculo virtuoso del capitalismo. Por tanto, no se trata únicamente de  aumentar la producción, pues un millar de miserables producirían más que quinientos miserables. Se trata de aumentar la producción aumentando la productividad, o la cantidad producida en una hora. En resumen, Marx no  apreció que la revolución industrial era parte de un proceso más amplio del cambio tecnológico inherente al capitalismo avanzado, llamado por Schumpeter de creatividad destructiva. Un ejemplo. Las originales máquinas de escribir, que permitieron un salto en la productividad laboral, fueron descartadas por las máquinas eléctricas IBM, que se hicieron obsoletas con las PC y laptop.

El aristocrático canciller alemán Otto von Bismarck se convenció que tenía la oportunidad de salvar al sistema mediante un reparto a favor de los trabajadores y atajar el socialismo alemán del SPD. Bismarck introdujo el seguro contra enfermedades, en 1883; contra accidentes de trabajo, en 1884; contra invalidez y vejez, en 1889.

Sin embargo, nuestros políticos que se proclaman avanzados y otrora marxistas, no entienden que la escasez de mano de obra incentiva la adopción de innovaciones que aumentan la producción por hora (productividad), lo que permite aumentar los salarios. Y por el contrario, impulsan una economía de baja productividad, bajos salarios, y una creciente desigualdad social, pues  no comprenden la raíz de un problema creado por 12 millones de pobres en esta pequeña isla, que condena a perdedores a los dominicanos “trabajadores”, no porque personifiquen al Proletariado Liberador, pues ni ahí llegan, sino por el trabajo y la lucha que tienen que librar para sobrevivir cada día.

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