Hasta ahora, la demanda del país se ha centrado en el reclamo de que sean modificados para mejorar los términos del contrato que ampara las operaciones de la empresa Barrick Gold. Nada se habla de los daños que según ambientalistas, municipalistas y pobladores causa esa empresa al ambiente, a los ríos, a las especies y en general a la vida. Con un cuadro como ese, que sólo provoca destrucción y muerte, cualquier empresa sensata y menos arrogante, hace tiempo que hubiese precipitado un arreglo con el débil Estado dominicano.
Nada más hay que ver los relatos, recogidos por el periodista Martín Polanco, de elCaribe, sobre el deterioro de los ríos, y cómo eso impacta la vida de la gente. Lo que ocurre con las aguas de la presa de Hatillo, donde los pescadores han debido abandonar sus actividades porque tienen información validada por el ambientalista Osiris de León, que sugiere que los peces que sobreviven a la contaminación no son adecuados para el consumo humano. En el caso de la carpa, según un estudio para un organismo internacional, tiene 0.26 miligramos de cadmio por cada miligramo de masa y su consumo podría causar cáncer. Al menos 200 pescadores han abandonado la actividad después del inicio de la explotación de la Barrick.
Pero el agua de la presa ya no puede ser consumida por la población, daño que se extiende más allá de la provincia Sánchez Ramírez, porque el río Yuna, que es el afluente principal del lago de la presa de Hatillo, sigue su curso hacia el Nordeste, y sus aguas impactan la vida en una extensa región.
Pero no nos hemos referido al impacto en las comunidades cercanas a la mina, que indefectiblemente padecen efectos que nunca serán remediados.
Siendo así, la Barrick no debe permitir que continúe deteriorándose su imagen, y prontamente debe llegar a un acuerdo. Por unos dólares más no debía exponerse tanto, sobre todo, si sabe muy bien que su práctica tiene un alto nivel de letalidad que el país no tendrá cómo remediar.
