Para que sillas de la memoria nacional no fuesen solamente aquella ominosa de la cárcel “la 40”, o la inefable “silla de alfileres” presidencial, la mecedora existe. Pintoresca y encantadora, la mecedora ha sido tradicional en nuestros hogares, partícipe especial de vivencias familiares. Su típica variedad de madera y pajilla ha sido omnipresente en moradas rurales y urbanas de todas las clases sociales. Acompañando el arrullo de nuestros infantes, haciendo más llevadera la inexorable vejez o simplemente apoyando nuestro solaz, la mecedora ha jugado un rol estelar. Su relajante vaivén tiene una utilidad innegociable y aun ahora, marginada de nuestras salas por la moderna decoración, mantiene su rincón, si no espacial, por seguro sentimental.
Mecedora
Para que sillas de la memoria nacional no fuesen solamente aquella ominosa de la cárcel “la 40”, o la inefable “silla de alfileres” presidencial, la mecedora existe. Pintoresca y encantadora, la mecedora ha sido tradicional en nuestros hogares,&#