Mercosur, motor de integración económica en América del Sur

Cuando un bloque de integración subregional abraza más del 70% de la población total de su región, representa, sin lugar…

Cuando un bloque de integración subregional abraza más del 70% de la población total de su región, representa, sin lugar a dudas, un actor de principalía indiscutible en las relaciones internacionales, no solo de su zona de influencia directa a nivel regional, sino también como ente de equilibrio en las negociaciones sobre temas pasibles de afectar sus intereses en tanto bloque, o a los países miembros del mismo, en términos individuales y que, por medio de este tipo de integración, adquieren una proyección que traspasa sus fronteras físicas.

Es el caso de Mercosur que, constituido actualmente por Brasil, Paraguay (suspendido), Uruguay, Argentina y Venezuela, abarca un mercado de 270 millones de personas, con un producto interno bruto superior a los US$3.3 billones, lo que en términos porcentuales representa un inmenso 83.2% del PIB sudamericano.

El Mercosur, que concluye en el día de hoy su Cumbre en Brasilia con la presencia por primera vez de Venezuela como país miembro de pleno derecho, forma parte de todo este proceso de reconstrucción institucional, económica y política a la que asiste América Latina y está llamado a ser, desde el punto de vista económico, junto con Unasur como mecanismo de la “nueva escuela de las ideas” en la esfera  de la economía política internacional, la plataforma desde donde –si se quisiese- los pueblos de América del Sur encuentren el camino para disminuir la famosa brecha que le separa del mundo desarrollado, esta vez de manera colectiva.

En la agenda de esta cumbre de Mercosur en la que Brasil traspasa la presidencia del bloque a Uruguay han de tratarse algunos temas políticos como por ejemplo, si se continua o  no la suspensión impuesta a Paraguay hasta tanto se realicen allí elecciones democráticas, pero también deberán, en lo económico, referirse al ajuste arancelario necesario de cara a la inclusión formal de Venezuela, a los intercambios comerciales con ésta como miembro pleno y que, al comenzar a adoptar formalmente las normas del bloque a partir de enero próximo, convertirá el 2013 para los países miembros del Mercosur, en una experiencia nueva de intercambio desde la fundación de este bloque hace 20 años.

En adición a esto se discute la posibilidad de la entrada a Mercosur de Bolivia, país que habría sido invitado a incorporarse al bloque desde el 2007 y que todo indica que, aun cuando persisten algunos elementos jurídicos a discutir en relación a la capacidad para concertar acuerdos arancelarios y de comercio unilaterales por su condición de Estado Miembro de otro bloque de integración económica, el CAN (Comunidad Andina de Naciones), Bolivia podría concertar en esta cumbre su ingreso formal al bloque, aunque no sabemos si esto conllevaría, como lo hizo Venezuela en su momento, su salida del CAN.

En caso de que Bolivia sea aceptada en el Mercosur, las puertas de ingreso a este bloque de integración estarían abiertas para que Ecuador –también miembro del CAN- y que ha sido invitado, luego de evaluar “las ventajas y riesgos” como ha dicho su presidente Correa, decida también ingresar a este mecanismo de integración económica.

Lo que se produce en Mercosur es un proceso interesantísimo de “simbiosis” económica y política con ribetes amplísimos de carácter social en donde se está dando prioridad a los intereses regionales por encima de las diferencias que las ideologías de gobierno pudiesen plantear. Aun cuando este mecanismo de integración no represente en sí mismo la panacea inequívoca e infalible en términos de concreción de hechos y de logros manifiestos a favor de la democratización de la economía de América del Sur, es innegable que representa la oportunidad para que desde el Estado mismo, constreñido a avanzar o perecer ante economías más fuertes y disímiles, se promueva la competitividad a lo interno para convertir a las economías nacionales en maquinarias capaces de salir de sus fronteras y traer bienestar, no solo al centro estatista, sino también a las periferias.

Esta reingeniería de integración latinoamericana, y que muestra sus efectos en Mercosur, debe propender, por otra parte, al fortalecimiento del sistema multipolar a nivel global y a lo que llaman, promovido específicamente por Ecuador, “el Nuevo Regionalismo Latinoamericano” a nivel regional, que tiene como norte el rescate y exaltación de la sociedad y el Estado por encima del papel monopolizador del mercado y que busca humanizar las relaciones de intercambio comercial entre los sujetos económicos estaduales y entre el sector privado internacional, con el objetivo primigenio de convertir el desarrollo cualitativo de nuestras sociedades en el objetivo esencial de la política económica de los Estados.

Concluyo parafraseando al profesor Ricardo Aronskind: “La integración es, en el siglo XXI, el nombre de nuestra soberanía y de nuestra libertad”.

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