Hoy corre el tercer día del mes dedicado a la familia, noviembre, ocasión propicia para reflexionar en torno a la importancia de esta distinción que busca exaltar el valor de la más antigua institución que conozca la humanidad.Así es. La familia es la más antigua y perdurable de las instituciones, sometida incluso a transcendentales transformaciones a través de la historia, a medida que el hombre ha ido avanzando sus conocimientos, su relación con el mundo exterior y modificando las estructuras sociales.
Cabe puntualizar que dedicarle un mes a la familia tiene también su historia, y que inclusive obedece a un criterio de Estado, lo que a su vez representa el gran interés que ha tenido esta vieja institución para la sociedad dominicana.
El mes de noviembre fue designado, en el año 1971, como Mes de la Familia, por el decreto 1656 del Poder Ejecutivo, iniciativa motivada por el Movimiento Familiar Cristiano. El objetivo básico de esta organización era instaurar un mecanismo desde el cual se pudiera impulsar la formación integral de las familias.
El propósito era y sigue siendo que la estructura familiar fungiera como formadora de personas, de buenos seres humanos y ciudadanos, educados en la fe y promotora del desarrollo integral de sus miembros.
Hoy en día, esta fecha nos mueve a recapacitar sobre cómo mejorar la relación entre los miembros de la familia, y para recordarnos los buenos sentimientos que inspiran construir un mundo cada vez más justo y solidario.
Este mes es muy especial para República Dominicana, porque nos llama a fortalecer los vínculos de amor y fraternidad entre las familias y a hacer significativos aportes desde el punto de vista eclesial y pastoral.
Con esta intención apostamos a que la salud y el buen funcionamiento de las familias dominicanas sean solo posibles a través de la formación en valores, y como buenos cristianos dejarnos llevar por las doctrinas de la evangelización y la promoción de la familia.
De esta manera conseguimos, pues, desarrollar valores humanos y cristianos, que nos allanarán el camino para hacer cumplir la misión de formadora de personas y educadora de la fe que es la familia, la gran e insustituible promotora del bien común y defensora de la vida de todos los tiempos.
A propósito de esta fecha, mi mensaje será invariable. Aprovecho para, con fuerza y motivación especial, exhortar a todas las familias del país y a quienes nos gobiernan a asumir un proyecto serio y comprometido de familia, lo que sin lugar a dudas contribuiría efectivamente a la transformación positiva de nuestra sociedad.
Entiendo que urge renovar las estrategias para encarar los desafíos que afrontamos como sociedad, visto el grave y progresivo deterioro que afecta la estructura familiar.
Es por esto que no podemos postergar la aplicación de medidas orientadas a promover la edificación de familias sanas y productivas, donde prevalezca el crecimiento en el amor y una formación adecuada, para poder realmente concretizar la aspiración compartida de educar en la fe y valores a nuestros descendientes.
Noviembre es un mes oportuno para preguntarnos cuáles son los factores que están influyendo la crisis que afecta la institución familiar. Nos convoca el compromiso moral de trabajar sin fatigas para que real y efectivamente la familia siga siendo la más importante institución de nuestra sociedad.