México, una nación secuestrada por el narcotráfico

América Latina necesita mirarse en el espejo de México, una nación secuestrada por el narcotráfico. Después de haber perdido todas las batallas en la lucha contra el vandalismo, y con un saldo de 90 mil muertos en la guerra contra las drogas,…

América Latina necesita mirarse en el espejo de México, una nación secuestrada por el narcotráfico. Después de haber perdido todas las batallas en la lucha contra el vandalismo, y con un saldo de 90 mil muertos en la guerra contra las drogas, México luce como una nación abatida, rendida ante los narcos. Es la conclusión más dramática a la que podemos llegar después de la última gran tragedia ocurrida en México con el secuestro, desaparición y muerte de 43 estudiantes normalistas en el estado de Guerrero, el pasado 26 de septiembre. ¿Cómo puede explicarse que estos estudiantes fueran arrestados por la Policía, y que días después terminaran en las manos de civiles que los secuestraron, golpearon en forma salvaje, entraron sus cadáveres en fundas plásticas y luego los arrojaran a la basura?

Este horrendo crimen, que más bien parece el producto del contubernio entre autoridades y narcotraficantes, colocó a México en la más difícil prueba de su lucha contra el crimen.

Todos nos preguntamos si es posible que el crimen y la delincuencia, que parece haber pasado a controlar la institucionalidad de esta nación, hayan degenerado en forma tan peligrosa y deleznable en México. La administración de Enrique Peña Nieto, acorralada por los escándalos de corrupción y narcotráfico, está en el deber de aclarar en forma meridiana, hasta el fondo, hasta dejar en claro que no es el producto del pacto secreto entre el narco y autoridades policiales comprometidas con el crimen. Este genocidio, que ha destrozado el corazón de la familia mexicana, necesita ser desmontado pieza por pieza. No basta con hacer simples reformas y cambios de mandos policiales. Tiene que venir una nueva etapa, una nueva voluntad política fuerte que cambie el rumbo de todo, que investigue y castigue a los responsables de estos acontecimientos tan funestos.

Porque todo parece indicar que el crimen y las bandas organizadas han traspasado las fronteras de la autoridad policial y judicial. Ya no caben más sospechas ni más dudas. Cuando las autoridades de una Nación pierden la elemental credibilidad de la ciudadanía es porque los hechos hablan más fuerte que las palabras. Y la sospecha generalizada es que los jefes del cartel de Sinaloa, el mayor cartel del narcotráfico en México, han permeado la sociedad a tal nivel que no hay confianza en casi ninguna autoridad policial. En otras palabras que han comprado a casi toda la jerarquía policial y que ya no hay espacio para la confianza en los hombres de uniforme. México está de rodillas ante el narcotráfico.

Siempre habrá muchos soldados y militares honestos. Pero cuando se pierde la confianza absoluta en la institucion es natural que paguen justos por pecadores. Es por eso que el presidente Enrique Peña Nieto está en la obligación política de trazar la raya de Pizarro. Un antes y después, que restaure la confianza perdida. Una profilaxis que despeje las dudas en torno al secuestro y desaparición de los 43 normalistas. Porque la sociedad no cree en la versión oficial de los acontecimientos. Por la salud de su democracia, México necesita demostrar que es una nación soberana y libre frente al crimen organizado. Precisa dejar en claro que desde el gobierno no hay hombres comprometidos ni vinculados con el crimen, la impunidad y el narcotráfico.

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