El miedo a los Castro

miguel [email protected] / @guerreromigueleLos gobiernos de la llamada Comunidad de Naciones Latinoamericanas y del Caribe (CELAC) celebraron su segunda cumbre presidencial en La Habana y como viene sucediendo desde hace décadas…

miguel guerrero
[email protected] / @guerreromiguele
Los gobiernos de la llamada Comunidad de Naciones Latinoamericanas y del Caribe (CELAC) celebraron su segunda cumbre presidencial en La Habana y como viene sucediendo desde hace décadas cada vez que coinciden en una cita centraron su atención en pedirle a Estados Unidos un cambio en su política hacia Cuba. Pero ninguno de los jefes de Estado, como ha ocurrido nuevamente, se ha atrevido a pedir como contrapeso un cambio democrático en la isla. Un cambio que suponga libertad sindical y de prensa, elecciones libres con igualdad de oportunidades para la oposición, cese de la represión e igualdad de derechos políticos, respetando las ideas contrarias al régimen que lleva ya más de cincuenta años congelado en el pasado.
A los mandatarios presentes en La Habana se les prohibió incluso reunirse con los disidentes, especialmente con las llamadas Damas de Blanco, el grupo de madres, hijas, tías y hermanas de presos políticos, cuyo delito, en la mayoría de los casos, es haberse opuesto a una medida gubernamental, a través de un poema, un libro o un artículo crítico. Aceptarlo es una vergüenza que todos ellos cargarán sobre sus conciencias.
Cuando Fidel Castro visitó por primera vez el país, durante la primera administración de Leonel Fernández, después de agotada su agenda oficial, se dio el lujo de visitar en sus residencias al líder del PRD, José Francisco Peña Gómez, y al expresidente Balaguer, ambos de oposición. Un derecho que ninguno de los presidentes que fueron a La Habana, y los que han estado antes, se han atrevido siquiera a pedir.
El régimen castrista se ha valido del embargo estadounidense para justificar sus fracasos económicos y la terrible pobreza que agobia a Cuba. Pero ese embargo ha sido el fruto de sus rivalidades, aunque las remesas en Estados Unidos y la venta de medicamentos y alimentos norteamericanos han contribuido a aliviar el peso de esos fracasos. l

A los mandatarios presentes en La Habana se les prohibió incluso reunirse con los disidentes, especialmente con las llamadas Damas de Blanco”.

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