Lo que ocurrió (en la cuarta pelea Pacquiao-Márquez) el ocho de diciembre de 2012, en Las Vegas, fue un accidente del boxeo. Un accidente que benefició al estelar boxeador mexicano.
En el clímax del sexto round, JM Márquez estaba agotado, casi noqueado, pero llegó el inesperado golpe que liquidó al filipino.
No obstante, aunque llegó un “golpe de suerte”, nadie debe quitarle mérito al tetracampeón mexicano. No se dio por vencido, pese a que en el anterior round se veía prácticamente derrotado después de ir a la lona tras recibir un duro puño de Pacquiao.
Unos 45 minutos después del contundente triunfo de Márquez, todos los periodistas que estuvimos en el escenario de la batalla, y testigos de la conferencia de prensa ofrecida por el feliz ganador, pensamos que “lo que venía era el anuncio de la quinta pelea”.
Pero no… Márquez, lleno de felicidad, habló de su dramática victoria e incluso dejó casi oficializada la ida de los ensogados. Es decir, que anunciaría su retiro del boxeo activo. Bob Arum daba por “segura” la quinta pelea Pacquiao-Márquez y hasta le afirmó a la prensa que “sólo era cosa de tiempo para el anuncio”.
Paradójico, pero cierto
Podría parecer paradójico que Márquez, quien en su positiva historia en los cuadriláteros ha demostrado que es un espartano peleador, ahora lo arrope el miedo ante Pacquiao. La realidad es que ¡eso no se entiende! El boxeo es un negocio. Y como negocio lo lógico es que Márquez aceptara contender de nuevo con Pacquiao.
Pero él y su inteligente entrenador Ignacio -Nacho- Beristain saben que no conviene volver a contender con el filipino. Comprendo a Márquez de negarse a contender por quinta vez con Pacquiao.
Sé que, además de su convicción, consultó con la familia y con el propio Nacho Beristain. Cuando en octubre cruce guantes con Timothy Bradley, se sentirá cómodo y sin preocupación de que lo maltraten. Bradley es un rival vulnerable. Y no noquea.
