Mis lágrimas

La angustia, la zozobra que genera un hecho repugnante como el que llegó a mi familia con el atentado a Jordi mueve las fibras de todos los hombres y mujeres sensibles.He sentido en lo más profundo de mi corazón el operativo delincuencial…

La angustia, la zozobra que genera un hecho repugnante como el que llegó a mi familia con el atentado a Jordi mueve las fibras de todos los hombres y mujeres sensibles.

He sentido en lo más profundo de mi corazón el operativo delincuencial de que fue víctima Jordi. De mi se han apoderado los lamentos normales que motivan los hechos abominables, ante los cuales llega la aflicción al doliente, la consternación al lastimado y la tribulación por el dolor punzante.

En todo el curso de mi vida he sido testigo de hechos lamentables; he pasado por episodios que me han motivado quejidos; he llorado ante la tragedia de muchas familias, amigos y amigas.

La calamidad de cualquier ser humano me llega al alma; la indiferencia no está en mi forma de ser ante el desventurado. De mis lágrimas puedo decir: “una vida en que no cae una lágrima es como uno de esos desiertos en que no cae una gota de agua : solo engendra serpientes”.

El caso de mi hijo Jordi me ha hecho pasar por momentos difíciles, en el curso de los cuales me he sentido acongojado ante la impotencia.

Los investigadores policiales y judiciales del atentado a mi hijo  fueron testigos de que Negro Veras, por momentos, el padre vigoroso y entusiasta, en un abrir y cerrar de ojos se veía agotado y explotado, indignado, diciéndoles a ellos que su vida emocionalmente se estaba convirtiendo en un yoyo, en un sube y baja.

En la medida que avanzaban los días y la investigación del caso no arrojaba resultados positivos; los sicarios materiales se mantenían tranquilos en la impunidad, mientras que los sicarios morales en interés de lesionar a Jordi y fastidiarme a mi y a mi familia, les daban riendas sueltas a sus cerebros letrinos y lenguas venenosas, difundiendo con saña, inquina y perversidad toda clase de comentarios dañinos con tintes ultrajantes.

Las lágrimas que de mis ojos han brotado en el curso de las distintas audiencias del caso de mi hijo, son la expresión de mi dolor por el espanto que me produce escuchar la frialdad como fue planificado el asesinato; y el tono sarcástico, los gestos burlones, las poses irónicas y cínicas de la generalidad de los que llevan como abogados y abogadas la defensa de los que quisieron asesinar a Jordi.

Frente a todos aquellos que con sus actos despreciables han motivado mis lágrimas, me dan fuerza las palabras que me remite Giannella Perdomo, cuando me dice: “Llora, con el valor que tienen los hombres ante la barbarie y la injusticia; llora! Que muchos también lloramos contigo”.

Finalmente, “las lágrimas son el sagrado derecho del dolor; el lenguaje noble de los ojos es una lágrima; “lo mejor que el hombre puede dar es, después de la sangre, una lágrima”. “Toda lágrima tiene su valor: es la hermana de la sonrisa”.

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