La miseria se comparte en edificios de Villa Francisca

Desde su balcón “El Chino” observa los hoyos y  las aguas negras deslizarse por los contenes y los montones de basura apilados frente al viejo edificio donde vive en el populoso sector de Villa Francisca.

Desde su balcón “El Chino” observa los hoyos y  las aguas negras deslizarse por los contenes y los montones de basura apilados frente al viejo edificio donde vive en el populoso sector de Villa Francisca. El descuido que el anciano percibe en su entorno se reproduce en las áreas comunes de la edificación construida en el año 1975, cuyas escaleras se encuentran cubiertas de mugre, sus paredes desconchadas, y donde cada bocanada de aire que se respira se mezcla con la pestilente orina añeja.

Allí cada cual se limita a “limpiar” su parte ante la falta de reglas que comprometan a sus residentes a aportar una cuota para el mantenimiento. “Imagínate, cada quien hace lo que puede porque hay mucha precariedad, uno consigue lo justo para vivir”, afirma Maritza Laford, de San Pedro de Macorís.

La mujer, que vive en una tercera planta con su hija, dice que optó por el encierro para evitarse problemas, dejando casi de lado la convivencia con los vecinos. “Aquí tratamos de cuidarnos unos con otros, pero paro con mi puerta cerrada, y cuando dan las cinco de la tarde, no vuelvo a bajar”.

Inseguridad y precariedades

Aunque reconoce que el patrullaje policial es frecuente, dice que la delincuencia no merma en el sector.

Los inconvenientes por causa del deficiente suministro energético y de agua potable también forman parte de la cotidianidad de “El Chino” y Maritza.  El cableado eléctrico es una telaraña que da una idea de lo complicado e irregular del sistema. Y del agua, ni hablar, la mayoría de las veces  se las arreglan cargando cubetas desde las tuberías de la calle.

En cuanto a las instalaciones sanitarias, en su mayoría colapsaron y por las cañerías que dan a la calle brota la materia fecal.

Lo único que alivia en parte su rosario de problemas, es la cercanía con el mercado de la calle París y la avenida Duarte, de donde obtienen los alimentos, ropas y calzados a precios más bajos.  “Gracias a Dios por ese lado podemos sobrevivir”, afirma Maritza.

Lo que sucede en Villa Francisca es extrapolable a los barrios de Guachupita, La Zurza, Cristo Rey y otros sectores marginados de la parte alta de la capital donde muchas familias conviven hacinadas en estas unidades habitacionales.

En el caso de los edificios de Villa Francisca, ubicados en la calle Francisco Henríquez y Carvajal, en las cercanías de la avenida Duarte, éstos fueron construidos durante los llamados doce años de gobierno de Joaquín Balaguer, cuando se inició la multiplicación habitacional en forma de multifamiliares.

Según datos del Censo de Población y Vivienda del año 2002, esta barriada hace nueve años contaba con 6,777 viviendas, de las cuales 1,220 eran apartamentos, 4,134 casas particulares y las 823 restantes eran cuarterías y anexos, para una población que ascendía a 23,103 habitantes.

Muchos no saben cómo convivir en condominios

Para Leonardo López, presidente de la Red de Vida en Condominios, el deterioro de la mayoría de los apartamentos otorgados por el Gobierno se debe a las acentuadas carencias de sus moradores y a la falta de normas claras a la hora de su concesión. “La gente lo único que hace es montar los trastes en una guagua y mudarse, nadie le dice cómo debe comportarse”. La urbanista Amparo Chantada coincide en esta idea: “La cultura del dominicano, rico o pobre es la misma, música alta, voz forzada, alta, cantos, gritos, hacen difíciles las condiciones de cohabitación, algunos con malas costumbres hacen que sea una hazaña compartir”.

En otro orden, Leonardo López sostiene que en el proceso de adquisición los edificios estatales generan cierta informalidad bien sea en la contratación, compra o donación. “Por lo general estos edificios están construidos en terreno sin deslindar y quienes los habitan no son sometidos a ninguna regulación, a diferencia de los de clase media, que se rigen por un estatuto de condominio”.

En cuanto al mantenimiento dice que “cuando a una persona de estratos bajos tú le dices que debe cambiar un llavín que cuesta 200 pesos, tú le estás diciendo que no coma ese día, mientras que una persona de estrato medio tiene una mínima capacidad de poder resolver los costos de mantener las cosas en su lugar”.

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