La misión histórica del PRD

El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tiene el deber histórico de asumir su rol de oposición racional, constructiva y firme en defensa…

El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tiene el deber histórico de asumir su rol de oposición racional, constructiva y firme en defensa de las grandes mayorías nacionales y acompañarlas en su lucha por una vida mejor, tal como lo ha planteado el presidente de la organización, ingeniero Miguel Vargas Maldonado.

Si ese partido quiere seguir siendo una verdadera opción de poder en nuestro país, tiene que hacer suyas e impulsar las demandas del pueblo para mejorar sus condiciones de existencia y elevar su calidad de vida, para que el Estado y la sociedad salden la deuda social acumulada con los más pobres.

El vínculo del partido con las bases de la sociedad se mantendrá en la medida en que actúe para respaldar militantemente la lucha popular contra la inseguridad, el alto costo de la vida y el exceso de impuestos.

Se vuelve una entelequia cualquier partido, por grande y poderoso que sea,  si no lucha junto al pueblo por el 4% del Producto Bruto Interno para la educación preuniversitaria, la creación de empleos decentes y la mejora continua de los servicios de salud, salubridad, agua potable, energía eléctrica, y todo lo necesario para un desarrollo humano que garantice una vida digna.

El PRD no puede vivir solamente de su pasado glorioso. No basta con que tenga conciencia de que es el único instrumento político idóneo para la construcción de la democracia, el sostenimiento de la libertad y la creación del bienestar y la felicidad del pueblo dominicano.

Para mantener y hacer efectiva su unidad histórica con el pueblo dominicano, el Partido Revolucionario tiene que arrimar el hombro para hacer que se materialicen los anhelos de inclusión social, desarrollo humano y respeto irrestricto a los derechos sociales, económicos y culturales de la población dominicana.

Nuestro pueblo tiene cifradas en el PRD sus esperanzas de redención social y de democracia económica, y, por tanto, es imprescindible no una alianza coyuntural circunscrita a los procesos electorales, sino una unidad estrecha que garantice la instauración, de un régimen de libertades en el cual la gente sea la primera prioridad, como lo preconizó José Francisco Peña Gómez, gran capitán de ese partido y líder mundial del socialismo democrático.

Materializar ese ideal supremo supone la unidad granítica del PRD lo más pronto posible. Es necesario consolidar la confianza del pueblo en su partido y eso solo puede lograrse si, desde ahora, se establece una real coincidencia entre la agenda del partido y la agenda del pueblo.

Es posible que en el futuro inmediato sobrevengan motivos para la lucha de la población dominicana en procura de que se resuelvan serios problemas nacionales y de sectores sociales que no pueden pasarse la vida entera esperando.

Para seguir siendo un sentimiento nacional, el PRD tiene que recobrar sus vínculos cordiales con las bases de la sociedad y liderar las luchas sociales, económicas, culturales y políticas por el bien común y la prosperidad compartida.

En vez de dar palos de ciego impulsados por el galloloquismo ancestral, y dejando atrás los errores verbales y no verbales cometidos antes, durante y después de las elecciones del 20 de mayo pasado, el Partido Revolucionario debe reencontrarse consigo mismo en su misión histórica de seguir guiando al pueblo por los caminos de la libertad, la justicia social y la solidaridad, hacia la inclusión social, la democracia plena y la felicidad para todos.

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