Lo primero es que me inscribo en la parcela que entiende que esta será una tremenda Serie Mundial. La batalla será intensa. No me sorprende si se va al máximo de encuentros.
Los Cardenales tienen de regreso a Allen Craig, aunque no es fácil responder cuando se tiene tiempo sin jugar. El pitcheo de los Cardenales es talentoso y sin miedo. Michael Wacha, quien abrirá el segundo partido, encabeza esa delegación. El dominicano Carlos Martínez y Trevor Rosenthal, el cerrador, dan continuidad a un grupo de lanzadores que asustan y tienen proyección de estar para rato en las Mayores.
Pero detrás de todo ese éxito hay que mencionar a un gigante llamado Yadier Molina. El triunfo del lanzador va de la mano de su receptor. Mientras mejor es el máscara, menos complicado es el camino.
No es coincidencia que Boston logró dos campeonatos con Jason Varitek detrás del plato. O los Yankees con Joe Girardi y Jorge Posada.
Los mismos Cardenales tienen dos con el boricua manejando sus brazos y, algo mejor, actuando como un líder en la cueva, otro dirigente en el terreno.
Molina se ha ganado el respeto de sus compañeros y de todos en el juego. Pienso que recibe poco crédito para lo tanto que significa en la que en estos momentos debe ser la mejor organización en todo el negocio. Ya decía ayer Adam Wainwright que hoy hablaría largo y tendido con “Yadi”, como le llaman, para un buen plan de juego de esta noche. Wainwright es un caballo de la lomita y aún así incluyó al puertorriqueño en sus palabras, con un mensaje cargado de crédito para su receptor. Pudo haber hablado sin referirse a él, pero Molina se merece eso y más.
Boston es nuestro ligero favorito, pero el muro Molina puede meterse en su camino. No solo con la conducción del pitcheo, sino frenando, anulando a Jacoby Ellsbury y Shane Victorino, los ejes de la alineación de los Medias Rojas.
El pitcheo de San Luis tiene con qué sacarle copia a su tremenda labor ante los Dodgers.
Boston debe atacar y temprano. Los Cardenales están armados y peligrosos. Molina es un gran cañón.
