Monseñor Agripino Núñez Collado: hombre-sacerdote, de saber esperar y de gran humanismo humilde

La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra acaba de celebrar los cincuenta años de ser fundada por la Conferencia del Episcopado Dominicano. Celebraciones durante todo un año, bien programadas, conducidas y realizadas. Actividades desde…

La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra acaba de celebrar los cincuenta años de ser fundada por la Conferencia del Episcopado Dominicano. Celebraciones durante todo un año, bien programadas, conducidas y realizadas. Actividades desde lo académico, festivo, la gran eucaristía y la dedicación del monumento en homenaje a los cinco obispos fundadores de nuestra PUCMM. Celebración que culminó el pasado 16 de abril con el Doctor Honoris Causa a ocho personas que también han sembrado vida en el país.

Son muchas las personas e instituciones que han tenido que ver con la fundación, crecimiento e institucionalización de esta alta casa de estudios. Y es para recordarles agradecidamente.

Una de esas personas es monseñor Agripino Núñez Collado, actual rector magnífico. Hombre-sacerdote que ha sabido ir colocando durante días, semanas, meses y años cada peldaño en el crecimiento, fortalecimiento e institucionalización de la Pontificia y Católica Universidad.

Ha sido y es una presencia constante. Presencia llena de fe, esperanza y sabiduría. Presencia que se ha ido destilando con prudencia y pertinencia. Destilarse con entrega responsable, discernimiento para acertar, consulta para escuchar otros pareceres y decisiones firmes. Decisiones sin ruidos estridentes pero sí con autoridad responsable.

Autoridad, que aprendida del maestro Jesús, la ha asumido desde criterios del humanismo cristiano, inspirado por la Encíclica Madre y Maestra del Papa Bueno Juan XXIII. Encíclica que identifica y define el ser y el proceder de la PUCMM.

Ser y proceder que monseñor Agripino ha sabido leer, reflexionar, rezar, discernir, dialogar y asumir como horizonte hacia dónde enrumbar el quehacer responsable de la institución que dignamente dirige. Y es que celebrar los 50 años con la calidad probada de la PUCMM es porque quien lleva el timón de la barca es consciente de esa responsabilidad. Responsabilidad expresada en la dedicación constante y sin titubeos, a llevar esa barca hacia el horizonte muy bien descrito en la misión y visión de la universidad.

Y es que monseñor Agripino sabe esperar. Y sabe esperar porque cuando se confía en la presencia y sabiduría del Espíritu Santo y en el apoyo de la madre Iglesia se espera con serenidad el momento oportuno, que ya sea por requerimientos externos o por planificación de agenda, es el momento del calendario de Dios. Calendario donde se van inscribiendo los servicios ofrecidos, a través de la ciencia, la cultura, el deporte, el arte, pastoral, la concertación… que oferta la Madre y Maestra.

Y saber esperar habla de prudencia y pertinencia firmes. Donde no hay cabida a la impuntualidad, al desorden, a la improvisación, al irrespeto. Criterios que han marcado la gestión de gobierno de Monseñor que sabe esperar en paz tantas solicitudes concernientes a la concertación y a la solución de problemas y situaciones nacionales. Por eso ha ido hilvanando épocas, gobiernos, instituciones, comunidades, familias, porque su presencia es requerida y solicitada como hombre-sacerdote del diálogo, de Iglesia, que sabe buscar y encontrar semejanzas en partes encontradas para provocar y promover el diálogo sincero, que es el único diálogo que lleva a acuerdos objetivos, humanos y cristianos.

Ese saber esperar dice mucho de la calidad humana de nuestro apreciado rector. Calidad humana sembrada y cosechada en torno a la familia, los estudios, la fe, la oración, la eucaristía, la entrega, el servicio y el saber estar atento a los requerimientos de la vida. Requerimientos que solamente una persona que sabe esperar, escuchar y discernir, puede responder con las certezas con las que monseñor Agripino Núñez Collado sabe responder.

La virtud de esperar la van saboreando las personas humildes. Las que no buscan los primeros puestos. Las personas que van siendo fieles a su misión. Con una fidelidad sin condiciones y llevada a cabo sin temor, porque donde hay temor no hay libertad. Sabiendo que la libertad es un don de Dios para que seamos responsables de nuestros actos. Y desde ese saber esperar a los requerimientos monseñor Agripino ha sabido responderlos responsablemente, porque se fija en el mejor y mayor bien de los beneficiados. Y si esos beneficiados son los más pobres, con más prontitud y entereza responde. Por eso su humanismo no tiene la intención de buscar puestos, ni reconocimientos, ni pagos superfluos y negociados. Es una presencia que surge desde la presencia gratuita y donada del amor del Padre Dios, en la entrega del Hijo, por el Espíritu Santo. Es un humanismo que brota de la recta razón de una persona humana, que sabiendo de sus limitaciones y pecados, abre su conciencia con sinceridad ante aquel que es dueño de la misma y ante aquellos que requieren su presencia e intercesión para aclarar caminos, ver soluciones a problemas y respirar la vida abundante.

Por eso es un saber esperar, una humildad y un humanismo que han ido trascendiendo a tiempos y espacios en la historia dominicana, desde nuestra PUCMM, hasta que llegue la eternidad de Dios.

Monseñor Agripino, gracias por su presencia.

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