La mujer del César

Parece increíble que en medio de tantas dificultades en el mundo que están provocando cambios dramáticos en naciones de la Unión…

Parece increíble que en medio de tantas dificultades en el mundo que están provocando cambios dramáticos en naciones de la Unión Europea, logrando derribar gobiernos que parecían invencibles como el de Cavalieri Berlusconi, en nuestro país nos encontremos entrampados en discusiones fútiles en vez de reflexionar sobre lo que está aconteciendo mas allá de nuestra isla y sacar conclusiones.

Desde hace semanas gran parte de la atención nacional está concentrada en el tema de la dirección del centro de cómputos de la Junta Central Electoral (JCE) en lo que parecería un “deja vu” de las elecciones del año 2003, con la diferencia de que los que en ese momento estaban en la oposición recelaban del director de Cómputos Franklin Frías y exigieron su sustitución aunque tuvieron que conformarse con la colocación de una persona imparcial como autoridad jerárquica superior de dicho departamento y hoy día son quienes lo defienden ante la actual oposición.

La recurrencia de situaciones como esta cada vez que una contienda electoral se percibe como polarizada, nos recuerda el mal de fondo de la JCE, su constitución mediante cuadros partidarios controlados por la mayoría de turno. Esta falta de imparcialidad del organismo electoral se refleja en todo lo que sucede en su interior; sin embargo, nuestras autoridades no han entendido que lo importante no es que dicho organismo esté conformado por sus adeptos, sino por personas capaces de generar credibilidad y confianza para todos.

Restaurar la confianza es un difícil desafío, por eso en muchos sistemas de gobierno cuando el primer ministro pierde la confianza del parlamento sencillamente debe renunciar.

Lo que más requiere un proceso electoral es confianza y credibilidad, por eso sorprende la tozudez de la JCE en relación con el caso de la dirección de Cómputos, pues sean bien fundados o no los reclamos, lo cierto es que cuando la confianza se pierde es difícil  recomponerla, y en este caso a todas luces ya no se trata solamente del sentir del principal partido de la oposición, sino de toda la sociedad que sin quererlo se ve envuelta en este innecesario barullo.

El país requiere una rápida y satisfactoria solución a este inútil conflicto que distrae la atención nacional de los problemas fundamentales y a la JCE de lo que deberían ser sus funciones, como regular una campaña electoral extemporánea, que generará costos enormes y en la que deberíamos evitar a toda costa que se utilicen los recursos del Estado.

Eso se llama arbitrar las elecciones, no defender con celo extremo lo que se piensa, aunque se ponga en riesgo la credibilidad del proceso completo. La mujer del César no solo tiene que ser seria, sino también parecerlo.

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