Música a to’lo que da

Acústica es la rama de la física y de la técnica, que estudia el sonido y en eso los dominicanos, que “sabemo de tó”, somos especialistas. Empíricos y sin tener idea de las leyes y principios que la caracteri

Acústica es la rama de la física y de la técnica, que estudia el sonido y en eso los dominicanos, que “sabemo de tó”, somos especialistas. Empíricos y sin tener idea de las leyes y principios que la caracterizan, llenamos de sonidos, a niveles ensordecedores, cualquier ambiente y sus más lejanos “alrededores”. La contaminación acústica es un “derecho” no escrito que tiene cualquier habitante de nuestro espacio patrio, de reproducir música con el volumen “a tó”, sin respetar el umbral de tolerancia individual y forzando al otro a escuchar lo que a este le dé la gana.

Con afanes criollos de trilogía para todo, sea patrio, religioso, musical o de ciencia, tres elementos caracterizan el sonido: tono, timbre e intensidad y así nos lo enseñaban en la escuela “de’ante”, conceptos abstractos que no relacionábamos con la frecuencia, el volumen, ni la forma de ondas.

La presión sonora, la que se produce cuando el sonido se propaga, varía según el volumen y la frecuencia e incide en el órgano del oído, pudiendo hacerlo de manera dañina si abusamos. En ambientes cerrados puede resultar peor.

Un “disco-light” montado sobre un vehículo al cual “le detapan er’baúl” para que se escuche más, deja una estela sonora, especialmente de bajos, que hacen suponer que el sordo que lo conduce solo lo siente amortiguado, a través de la piel.

La política folklórica solo se concibe con una “carga” de cajones acústicos montados sobre un Daihatsu con planta propia y amplificadores, que le “aflojan ‘lo’diente” a cualquiera.

El pregón del que compra metales y ‘to’lo viejo”; el que dice: “dale yuca, dale batata, dale huevo…” y con ese sonsonete perturba el acontecer del momento por donde transita, requieren de súper energía acústica para llenar el barrio de su oferta comercial.

La promoción de los eventos artísticos conlleva el “bocearlo por ’to lo’rincone, pa que se llene”.

La cristiandad de unos pocos, solo se concibe con el “gloria’dió” súper amplificado por equipos que saturan barrios forzando a todos a oír “la palabra”, contraviniendo principios básicos de la propia religión. Potenciar bajos y percusión, en la filosofía “combera” atenta contra las propias figuras del arte.

Las frecuencias bajas se juntan y distorsionan el producto completo de la orquesta y solo se destacan la tambora con micrófono, los cueros amplificados y el bajo que marca el ritmo, produciendo una confusa mezcla sonora. El más importante de los que componen el combo es el que maneja “la consola” porque acentúa al que quiere y opaca al vocalista.

Eddy Herrera, Johnny Ventura y Milly Quezada, destacados por su voz y calidad artística, compiten en sus propias orquestas con los bajos y la percusión, en desventajosa lucha que les aplasta.

Nuestro país de ruidos, avanza para convertirse en patria de sordos. l

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