El cuento de hadas de Olivier Dahan “Grace de Mónaco”, en el que Nicole Kidman encarna a Grace Kelly, la musa que cambió Hollywood por el amor de un príncipe, ensombreció la apertura de la 67 edición del Festival de Cannes con un relato edulcorado que salva la interpretación de la australiana.
“Hay muchas capas cuando una actriz interpreta a una actriz. Hay muchas similitudes en mi vida y la suya, aunque yo no me casé con un príncipe”, resumió Kidman en una rueda de prensa en la que explicó que no intentó calar a la princesa, sino “buscar su esencia”.
La australiana, nacida en Honolulu hace 46 años, habitual del paseo marítimo de Cannes por estas fechas, se presentó ante los medios de comunicación resplandeciente, con vestido blanco de raso, melena peinada hacia atrás y frente despejada, para pronunciarse sin rodeos sobre las críticas palaciegas.
La cinta, que la familia Grimaldi considera una ficción “que nunca debió existir”, forja un filme inspirado en la vida de una princesa obligada a elegir entre su carrera en la gran pantalla y la corona del paraíso fiscal de Rainiero (Tim Roth).
“Lo entiendo, son su padre y su madre. Entiendo la protección. Es extraño, es lo que es”, pero “el trabajo se hizo con amor” y respetando “la historia de amor de sus padres”, dijo Kidman a propósito de la cólera vertida en la prensa por Estefanía de Mónaco.
“Eligió el amor, y creo que mucha gente hace eso en su vida. Era única, una actriz importante de Hollywood que ganó un Óscar y que decidió dejarlo, porque quería una familia (…). Entiendo perfectamente lo que hizo”, dijo la intérprete, quien confesó no haberse encontrado nunca en esa tesitura personalmente.
La australiana defendió algunas de las licencias artísticas del filme, como un viaje de Alfred Hitchcock a Mónaco para pedirle a Grace Kelly que volviera al cine con “Marnie, la ladrona”, finalmente interpretado por Tippi Hedren.
Las presiones para que la musa de “La ventana indiscreta” volviera a colocarse delante de la cámara, considerado poco apropiado para una recién estrenada princesa, existieron. Pero Hitchcock nunca se desplazó al Mediterráneo para convencerla.
“Casi todo es verdad”, pero he intentado “tocar el corazón” a través de la “intuición” para averiguar lo que Grace Kelly habría hecho en una u otra situación, se defendió Dahan, que recorre un breve espacio de la vida de Kelly, el de su elección vital.
El director ha rodado un “relato más íntimo” del que hubiera podido extraer limitándose al rigor de las biografías autorizadas o de otras narraciones históricos fehacientes, comentó.
Dahn, que en 2007 cautivó a crítica y público con la biografía de la malograda cantante francesa Édith Piaff, “La Vie en Rose” (“La vida en rosa”), proyectó, en realidad, un retrato casi propagandístico de Grace Kelly, a quien muestra como actriz atormentada, sacrificada esposa, diplomática y mujer de Estado que rechaza a Hitchcock para servir al Principado y a su familia.
El universo del lujo, las dudas existenciales, la presión de Francia para que Mónaco frene el éxodo de empresas galas seducidas por su ventajosa política fiscal -con Charles de Gaulle en el Palacio del Elíseo- y las traiciones de palacio rellenan discretamente 1 hora y 42 minutos de celuloide.
“La película habla de la elección de una mujer”, y “la política no está en primer plano, sino detrás”, subrayó el autor de la cinta.
De poco le sirvió a Dahan mostrar en Cannes su montaje soñado y no el que quería imponer su distribuidora estadounidense, que el director llegó a calificar de “catastrófico” y “más comercial”.
El resultado, algo rebuscado y falto de ritmo en algunos tramos, no convenció a la prensa y a la crítica del festival, que no se dejó seducir por los ligeros golpes de humor y por los baños de masas, clases de francés y lecciones de protocolo de la princesa, rodada en a menudo en plano corto y con guiños a los fotogramas de Hitchcock.
Kidman, una de las actrices mejor pagadas de Hollywood, sostiene un guión que apoyan Roth, en la piel de Rainiero, y Frank Languella, en la del confesor de la princesa, y que cuenta también con Paz Vega, que da vida a Maria Callas.
“Este tipo de papeles solo llegan una vez en la vida de una actriz, y salté a él”, confesó la española cuando le preguntaron por su interpretación de la célebre soprano griega y amor del multimillonario Aristóteles Onassis.
A Kidman, que el año pasado fue parte del jurado en la sección oficial, le preguntaron sobre el que sería su veredicto sobre su propio filme.
“¿Qué le daría a la película como premio…?. ¿La Palma de Oro?”, bromeó. Su pronóstico no se cumplirá porque el largometraje se proyectó en sección oficial, pero fuera de competición.