Nuestro pueblo tiene hambre

El sistema social dominante, dependiente de los intereses monopolistas norteamericanos, cada día se demuestra más incapaz de dar solución…

El sistema social dominante, dependiente de los intereses monopolistas norteamericanos, cada día se demuestra más incapaz de dar solución a los acuciantes problemas del país.

Las grandes mayorías nacionales no tienen nada que esperar del sistema social vigente. La realidad nos dice que solamente una minoría insignificante se beneficia de los aportes que generan las fuerzas productivas.

El estado de marginación en que viven los campesinos sin tierra, la clase obrera y todas las masas populares dominicanas es la fiel expresión de un sistema social que está imposibilitado de generar el más mínimo beneficio para la mayoría de la sociedad.

Los intereses monopolistas norteamericanos, los grandes terratenientes nacionales y extranjeros, la minoría raquítica nativa, insaciable hasta lo último, mantienen viviendo a la gran mayoría del pueblo dominicano en la más horripilante miseria. El estado de miseria de nuestro pueblo ha llegado a lo indecible. Se está dando el caso de que en algunos barrios marginados de Santiago, mueren diez y veinte niños en un mes, y todo por falta de comida.

Las condiciones humanas que conocemos en Salvador son incompatibles con la amarga vida que está llevando nuestro pueblo. Los pobres de nuestro país no pueden adquirir ni lo más indispensable para subsistir. La leche, la carne, el arroz y otros artículos indispensables en la dieta diaria dominicana, no están al alcance de las masas populares.

Los pobres del país no ganan con que comprar artículos de primera necesidad ni aún a los precios que los vende Inespre. Independientemente del alto índice de desocupados que hay en el sector obrero y campesino -que llega a más de un 27% de la fuerza económicamente activa- el salario que reciben los ocupados no tiene igual ni parecida proporción con el valor de los artículos que necesita el pueblo para comer. Los colaboradores que Salvador tiene en los distintos pueblos del país deben ser lo suficientemente sinceros y decirle que el pueblo se está muriendo de hambre, que las masas populares están al grito con los artículos de primera necesidad, que el número de personas que puede adquirir los productos que vende Inespre es muy reducido.

Por el contacto diario que mantenemos con los hombres y mujeres del pueblo que habitan en los barrios marginados de Santiago, hemos podido comprobar el estado de desesperación, la angustia que embarga a los hombres y mujeres del pueblo.

Hace unos días en una charla que dictamos en uno de los barrios más pobres de Santiago escuchamos las palabras de una señora madre de cinco niños, quien nos manifestó: “Doctor Veras, cómo podemos los pobres del país comer con los precios que tienen los artículos ahora; yo hace un mes tenía seis hijos, y ya solamente tengo cinco; se me murió uno y sé que fue por falta de comida”.

Y sabemos que esa situación dramática que nos pintó la señora que recién había perdido su hijo sucede a diario en otros barrios de Santiago. De distintas formas se puede saber la crítica situación de miseria de nuestro pueblo. En los barrios marginados, en los hospitales y moviéndose a pie por las calles. Muchas veces nos hemos encontrado con hombres serios, honrados y de trabajo que nos explican su situación y al final nos muestran una receta con indicación de medicinas para un hijo suyo y la imposibilidad de comprarla por el alto precio.

El número de mendigos no profesionales se ha multiplicado en los últimos tiempos. El hombre que pide un peso para comer no es el necio ni el pedigüeño habitual; no, es el hombre del pueblo que no tiene para comer, que tiene sus hijos pasando hambre. La situación de miseria de nuestro pueblo es dramática. Solamente una minoría del país puede comer bien; la gran mayoría de nuestro pueblo pasa hambre y el alto índice de niños desnutridos, así lo demuestra.

Los insaciables del país, los que han acabado con el país explotando y robando, que no se asusten ni se pongan a decir después que son los comunistas los que están agitando en los barrios marginados. La agitación no es de los comunistas; aquí hay una agitación diaria que tiene distintos nombres: desempleo, hambre, miseria, insalubridad, analfabetismo y falta de esperanza de nuestro pueblo en el porvenir. (119)

CAPITULO VI

El gobierno de Salvador desde agosto del 1984 a agosto del 1985. Sigue el deterioro del gobierno de Salvador. El gobierno ante la izquierda. Salvador y la reelección. Una carta mía a Salvador.

No es la Izquierda

Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional denunciaron hace unos días supuestos planes de violencia que se desencadenarían en diferentes puntos del país patrocinados por grupos políticos y sindicales de extrema izquierda en contubernio con ciertos elementos de posición acomodada para protestar frente al inminente aumento en los precios de los derivados del petróleo.

Creemos que el pronunciamiento hecho por los cuerpos armados del país no responde a la verdad, y esto así porque no es verdad que las organizaciones de izquierda estén en planes como los denunciados, y mucho menos en alianza con grupos de extrema derecha.

En más de una oportunidad hemos dicho que las organizaciones revolucionarias y de izquierda no persiguen el derrocamiento del actual gobierno, que el hecho de que los partidos de izquierda hagan causa común con las demandas de los obreros, campesinos y demás sectores oprimidos de nuestra sociedad no quiere decir, en modo alguno, que estén en planes conspirativos, de violencia, etc.

Hemos dicho en otros escritos que para la verdadera izquierda dominicana ser consecuente con su posición tiene que apoyar todas las justas demandas de las masas populares. Pero no solamente apoyar las demandas, sino también estimular a las masas para que luchen por ellas, porque entonces, ¿sería de izquierda un partido que en nuestro país se comporte indiferente ante el drama social que viven nuestros hombres y mujeres del campo?

Una cosa es que los partidos de izquierda se apoyen en las masas populares para guiarlas por el camino de sus objetivos inmediatos y las preparen para futuras batallas políticas y sociales de mayor contenido, objeto y alcance, y otra muy distinta es que se hable de alianza de la izquierda con grupos de “posición acomodada”, o mejor dicho de la derecha.

La izquierda política del país estaría castrada si en la presente coyuntura política que vive el país se cruzara de brazos y no estimulara la lucha social en el campo y la ciudad. Organizar a los trabajadores, elevar su conciencia social y política, en fin hacer que la mayor cantidad de dominicanos se aglutinen alrededor de los reclamos y demandas de nuestro pueblo, son actividades que forman parte del aprovechamiento político de la presente coyuntura.

En su comunicación las Fuerzas Armadas dicen que “las acciones básicas de estos planes descansarían bajo la responsabilidad de hombres entrenados en Corea del Norte y Libia, los cuales habrían viajado a esas naciones a través de Cuba y Nicaragua.

No creemos que en nuestro país para movilizar a las masas populares los dirigentes de izquierda tengan que ir a Corea del Norte ni a Libia. El hambre y la miseria que padecen las grandes mayorías nacionales es el caldo de cultivo, las condiciones objetivas, que permiten que el pueblo se movilice sin el mayor esfuerzo. Aquí no hay que decirle al pueblo que tiene que luchar contra el alto costo de la vida, contra el abuso que se comete con el alza en los medicamentos, el alza en los libros de texto, en fin, aquí no hay que ir a Corea del Norte ni a Libia, para decirle a los campesinos que ellos están sufriendo por el peso del latifundio, por el injusto sistema de la tenencia de la tierra que existe aquí. No es cuestión de ir a beber a fuentes extranjeras ni buscar recetas políticas a ninguna parte; el hambre, el desempleo, la falta de aulas, en fin, ese ejército de desocupados, de madres descontentas, son los principales artífices del ambiente de agitación social y política que se observa hoy en todo el país.

Las protestas del pueblo por la posible alza en el precio de los derivados del petróleo, vienen. Pero no porque la izquierda vaya a agitar, ni nada que se parezca. Es que el látigo de la miseria lo están sintiendo sectores que hasta ayer fueron indiferentes al drama social que siempre han padecido las masas populares, los obreros y campesinos y demás sectores que viven de la venta de su fuerza de trabajo y que ya hoy no pueden comprar nada con el salario que reciben. (120).

Fuentes:
(119) El Nacional. 30 de julio 1984.
(120) El Nacional. 1 de septiembre 1984.
Continuará la semana próxima

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