¡O actúan bien, o hay sanciones!

La mayoría de los que conozco y fueron a la Marcha contra la Impunidad el pasado domingo tenían buenas intenciones. Los noté conscientes de lo que hacían. No fueron engañados al acto, ni comprados. Hubo familias completas que hicieron el recorrido&#8

La mayoría de los que conozco y fueron a la Marcha contra la Impunidad el pasado domingo tenían buenas intenciones. Los noté conscientes de lo que hacían. No fueron engañados al acto, ni comprados. Hubo familias completas que hicieron el recorrido con un alto sentido de responsabilidad. Se externaron apreciables preocupaciones dignas de tomar en cuenta. Valoro bastante ese acto cívico sin precedentes en los últimos años.

Por otra parte, pienso que el gobierno tiene muchas más luces que sombras incluso en materia de transparencia, donde, por ejemplo, podemos valorar el trabajo de la Dirección General de Compras y Contrataciones y la gran cantidad de empresas inscritas como proveedoras del Estado porque confían en que pueden ser beneficiadas con algunas obras o compras en concursos abiertos y públicos, sin importar el color partidista del participante.

Pero, a pesar de los avances, todavía estamos en pañales con relación a la prevención y sanción de la corrupción en los ámbitos público y privado, reconociendo que la primera es más dañina para la sociedad. Sin dudas, esto ha provocado desencanto y rabia en amplios sectores del país. En este aspecto nos hemos quedado atrás con relación a los demás países del área.

La pasada marcha debe motivar a reflexión al gobierno y a los partidos políticos sin excepción, porque la culpa del mal de la corrupción recae en todos. La gente está perdiendo el miedo. Observa, habla, critica, se lanza a exigir sus derechos, sigue los pasos de quienes dirigen, ha dejado de ser pasiva. Lo que antes se podía permitir, tolerar y hasta aplaudir, hoy se condena y se exige la aplicación de la ley.

Nuestro liderazgo político y los políticos en términos generales deben revisarse, porque, en primer lugar, en realidad la mayoría está a la zaga frente al surgimiento de nuevos técnicos y profesionales calificados que requieren oportunidades de trabajo y de desarrollar sus aptitudes. Esos nuevos talentos no ven con buenos ojos cómo los espacios laborales suelen ser llenados tomando en cuenta la militancia partidista y no la capacidad del individuo.

En segundo lugar, en el esquema mental de muchos de nuestros políticos tradicionales no están en el lugar adecuado las palabras “servicio al prójimo”, “bien común”, “eficiencia” y “honestidad”. El modo arcaico de hacer política es evidente.

El presidente Danilo Medina es un hombre visionario, que conoce su deber frente a la patria. Es tiempo de hacer lo que nunca se ha hecho: que el funcionario público actúe correctamente porque de no hacerlo sabrá que irá a la cárcel, así de sencillo. Esto permitirá contar con mejores políticos, mejores ciudadanos y mejor República Dominicana.

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