Ocasión de boleros

Los años 60 estremecen al mundo occidental con el fenómeno hippie, las drogas y el rock, las protestas estudiantiles de París y la guerra de Vietnam, entre otros signos inusitados. En tanto la sociedad dominicana de esos días, con los pávidos…

Los años 60 estremecen al mundo occidental con el fenómeno hippie, las drogas y el rock, las protestas estudiantiles de París y la guerra de Vietnam, entre otros signos inusitados. En tanto la sociedad dominicana de esos días, con los pávidos ojos recién abiertos, apenas comenzaba a despejarse las legañas de una lenta pesadilla de tres decenios.

Roto ya el maleficio de la dictadura, la ciudad de Santo Domingo crece desmedidamente, con ráfagas de transformaciones y vicisitudes. Estos cambios, luego, darán sustento y espacio a una inédita cultura en un contexto inexplorado: el modo de vida de la ciudad grande y su frenética, su alienada tribulación.

El segundo período del bolero dominicano se establece en esos días, digamos: en las postrimerías de los ‘50 y en los primeros años después del 1960. Surge entonces una nueva perspectiva del género, encarnada en compositores como Manuel Troncoso (1927-2012) y Rafael Solano (1931).

El autor representativo de este ciclo lo constituye Manuel Troncoso. Culto, con formación académica, parece tocado por las influencias del modernismo poético, del ‘filin’ y de la música norteamericana. Nace con él, de tal forma, una nueva y plena visión del precepto armónico, tanto como un poderoso e inédito tratamiento melódico del bolero. Pero Manuel está dotado, asimismo, de la visión poética capaz de traducir en despejadas palabras, en sutiles tropos y en coloquios íntimos, los conflictos interiores del hombre de la ciudad grande. Las dudas existenciales y la angustia vital de la clase media educada encuentran en los argumentos de Troncoso su cabal territorio.

Los temas son otros y variados. Manuel se arroba en la devoción panteísta:
“No hay nada que sea más hermoso / ni más grande en el mundo / que el mar y el cielo / y las nubes que pasan / por el firmamento. / La lluvia que pinta de verde / a la primavera / y ver el otoño a las hojas / jugar con el viento. / El viejo sentado en el parque / viviendo un recuerdo / y la carcajada inocente y burlona / de un niño travieso. / Y todas las cosas sencillas / la luna y el sol cuando brillan / porque ellas reflejan la imagen / de Dios”.

O confiesa la inevitabilidad de una
pasión:
“Cuando las hojas se van cayendo / y sus colores lo van perdiendo / es el otoño, tiene que ser. / Cuando la noche se desvanece / en medio mundo es que amanece / es otro día, tiene que ser. / Si en unos ojos el llanto asoma / es que hay tristeza / tiene que ser. / Si ves que lloro cuando tú lloras / si ves que río cuando tú ríes. / Si por tus labios que no son míos / al mismo cielo lo desafío. / Es que te quiero, es que te adoro /tiene que ser”.

O revela las claves del más porfiado amor:
“Para que tú no me olvides / te voy a decir tres cosas, muy fácil de recordarlas: / te amo, te amo, te amo. / Aunque tu amor yo no pueda tener / aunque tus besos no pueda alcanzar siempre me queda el consuelo / de poder soñar. / Grábatelo en la memoria / y conocerás la historia / de quien te dice cantando: / te amo, te amo, te amo”.

Manuel Troncoso recupera el tiempo perdido y sus canciones engarzan, en perfección y en rango, con la mejor música popular escrita modernamente en América. Vocalistas internacionales como Plácido Domingo, Marco Antonio Muñiz, Vicentico Valdez, Daniel Riolobos, Antonio Machín, Tito Rodríguez y Blanca Rosa Gil grabaron sus canciones. Su repertorio Troncoso aparece, asimismo, en los discos de los más importantes cantores dominicanos: Lope Balaguer, Cecilia García, Los Solmeños, Horacio Pichardo, Niní Cáffaro, Ivette Pereyra, Rhina Ramírez, Fernando Casado, Arístides Incháustegui, Ivonne Haza, Luchy Vicioso, Expedy Pou, José Emilio Joa, Sonia Silvestre, Rando Camasta, Luis Newman, Joseíto Mateo, Francis Santana.

Rafael Solano (1931), pianista, arreglista, director de orquesta, cantante y escritor, constituye una de las más sólidas personalidades del arte dominicano de nuestros días. Nacido en Puerto Plata, fue organista de iglesia a muy temprana edad. Educado en su pueblo natal por los profesores Rafael Arzeno y Vicente Grisolía, se trasladó a la capital donde recibió instrucción musical de los maestros del Conservatorio Mary Siragusa y Pedro Lerma. Solano dirigió a los 20 años la orquesta Angelita de la emisora La Voz Dominicana. Agotó luego temporadas musicales en Venezuela y Jamaica.

La obra de Solano es ingente, de grandes contribuciones a la música y, en general, a la cultura popular dominicana. Es autor de boleros, merengues, mangulinas, temas de jazz. Escribió un laureado ensayo de crítica e historia musical: ‘Entre dos siglos: música y músicos del merengue’. Fue descubridor y mentor de una numerosa hornada de cantantes, surgida a través de la televisora Rahintel en su programa ‘La hora del moro’: Luchy Vicioso, lvette Pereyra, Niní Cáffaro, Los Solmeños, Luis Newman, Fernando Casado y Julio César Defilló, entre otros.

Solano es autor de boleros emblemáticos, de gran aliento melódico y poético, como ‘En la oscuridad’:

“Un atardecer, cuando no haya sol/ y que el mar se ve ya sin su color / en la oscuridad, donde nadie va / que no se oiga ya ni tu respirar / voy a hacer que en un solo suspiro me entregues la vida / para adorarte y con fiebre en los labios saciarte de besos. / Y ese atardecer, en la oscuridad, tú serás mía. / Un atardecer en el mes de abril / cuando los capullos se quieren abrir / prenderé tu cuerpo con mi fuego ardiente / y aunque tus pupilas ya no puedan verme / como un sueño será cuando sientas que ya estás rendida. / Y ese atardecer, en la oscuridad, tú serás mía”.

El quehacer de Solano incluye títulos notables: ‘Por amor’, ‘Aquel romance’, ‘Perdidamente enamorado’, ‘Quiero verte’, ‘Magia’, ‘Entonces me cansaré de ti’, ‘El sonido de tu voz’, ‘El diez de abril’. Grandes artistas internacionales, como Plácido Domingo y Marco Antonio Muñiz, han grabado sus canciones. Asimismo, su catálogo musical aparece en los discos de los principales intérpretes dominicanos: Lope Balaguer, Cecilia García, Niní Cáffaro, Fernando Casado, Horacio Pichardo, Los Solmeños, Francis Santana, Expedy Pou.

Los conceptos musicales de Rafael Solano se equiparan en excelencia a las ideas melódicas desarrolladas por Manuel Troncoso. Es conocida la amistad que ligó a esta pareja de egregios compositores. Hay zonas de la producción de Troncoso que revelan el albedrío melódico de Solano, y canciones de Solano donde asoma el estro poético de Manuel. Sus referencias eran similares: algunos compositores dominicanos de los 50 (Bullumba, Tony Vicioso, Moisés Zouain) y la gran música norteamericana (Cole Porter, George Gershwin, Irving Berlin, Jerome Kern, Richard Rogers, Hoagy Carmichael), junto a reminiscencias menos visibles del ‘filin’ (César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Vicente Garrido, Mario Ruiz Armengol, Marta Valdés) y del universo musical brasileño (Ary Barroso, Tom Jobim, Joao Gilberto).

En muchas de las piezas de Solano, acotación aparte, se destaca su locución intensamente pianística, así en la sintaxis de la melodía como en el raciocinio armónico. Este atributo, ciertamente, pone a la vista sus percepciones y saberes acerca del altísimo universo de Chopin y Debussy.

De manera explícita considero que ambos, Rafael Solano y Manuel Troncoso, se sitúan en la cota más alta, acaso en la cima que le fue dable alcanzar al bolero dominicano durante la segunda mitad del siglo XX.

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