Ojo con Haití

Haití para parte del mundo civilizado tiene algo de magia, que no necesariamente es encanto ni atracción. Su triste realidad de vez en…

Haití para parte del mundo civilizado tiene algo de magia, que no necesariamente es encanto ni atracción. Su triste realidad de vez en cuando altera las conciencias de algunos gobiernos y personas, y tratan de apaciguarlas  llevándole  migajas con fechas vencidas, donde en ocasiones el costo de los anuncios de la colaboración es mayor que la ayuda misma. Suena bonito decir desde un lujoso hotel: “Voy a Haití a hacer obras de caridad”, como si esas palabras aseguraran nuestra estadía en el cielo o nos hicieran más simpáticos a los ojos de nuestros relacionados.

Algunos, con evidente falso sentido de superioridad, observan con lástima al hermano país, como tierra de mala suerte, a la que le llegan todos los terremotos, la que no escapa de los huracanes, la que vive entre enfermedades extrañas y contagiosas. Algunos tal vez le echarán la culpa al vudú, otros afirmarán que a los pobres nada bueno les sucede y otros dirán que los responsables de tales calamidades somos los dominicanos.

A esto se agrega la llegada del artista Michel Martelly a la presidencia, con su inglés perfecto, su ropa moderna y su tez extraña al Africa morena, como si fuese un salvador que aparece desde otro rincón de la tierra. Se pensó que con Martelly iniciaba una etapa de cambios positivos, de estabilidad, de esperanza, pero no ha ocurrido así, y parece que en Haití algo grande y negativo está a punto de estallar, y después de los haitianos, seremos los dominicanos los más perjudicados. Eso se huele en el ambiente, sin ánimo de ser profeta.

El pueblo haitiano tiene una rica y valiente historia, marcada por un nacionalismo que muchas veces fue radical y condujo a la violencia. Ahora hay serios cuestionamientos sobre la nacionalidad de Martelly. Se habla de que también es estadounidense. Esa acusación, real o falsa, puede ser su final, con el ingrediente de que físicamente no representa al pueblo que dirige, y con eso allí no se juega. Recordemos los crudos enfrentamientos entre negros, mulatos y blancos, que en el pasado tiñeron de sangre al vecino país.

Otro preocupante ingrediente es que  continúa el clima de inseguridad. Por ejemplo, se cuentan por decenas los dominicanos conductores de camiones que al llegar a Haití con mercancías, son secuestrados, golpeados y robados. Y esto se ha incrementado en las últimas semanas. La situación está al rojo vivo, lo que hasta motivó una movilización en nuestros consulados en Juana Méndez y Cabo Haitiano.

Así que estemos preparados, que nuestra actual justa defensa en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de que no discriminamos puede ser el menor de nuestros problemas si Haití explota y la miseria intenta escapar hacia nosotros.

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