El oro de la discordia

Los lucayos que secuestró Colón para que le sirvieran de guía y lo proveyeran de información para hallar oro, le contaron que esta tierra tenía mucho oro.

Los lucayos que secuestró Colón para que le sirvieran de guía y lo proveyeran de información para hallar oro, le contaron que esta tierra tenía mucho oro. Tomó Colón 56 días para arribar a ella y enamorarse de los negocios que percibió: oro y esclavos. Así contó fábulas de riquezas inmensas como jamás se había oído en España. Pero el oro no llega solo, hay que trabajar duro para conseguirlo, para lo cual fue necesario someter a los nativos, a trabajo tan fuerte que en poco tiempo causó la desaparición de la cultura nativa.

Los relatos sobre nuestra isla siempre tienen referencias a su riqueza aurífera. Antonio Sánchez Valverde, en “Idea del Valor de la Isla Española” (1947, p. 4) nos avisa: “ Hace diez y ocho años que trabajo en acopiar materiales para una historia exacta de la Isla Española, sobre muchos más que había empleado mi padre en el mismo exercicio, conociendo quan defectuosas eran las que hasta entonces se habían escrito”. Para anunciar que, …“el día me ha parecido hacer algún servicio, dando un extracto del conocimiento territorial que tengo, por el qual podrá formarse una idea, más que mediana, del valor de aquella Isla y del tesoro que tiene en ella la Nación”.

Menciona las minas de Buenaventura, en Bonao y las del paraje cercano de Santa Rosa donde dice se extrae oro de una extraordinaria pureza; relata que de las minas de San Cristóbal, donde se construyó el fuerte del mismo nombre, “se han sacado inmensos tesoros”. Cotuí, comenta, “se llamó antiguamente de los mineros, porque en su territorio hay y se trabajaban entonces muchas y ricas minas de oro”. Continúa con su descripción de riqueza aurífera para La Vega, Santiago, Puerto Plata, Constanza, Jánico, Río Verde.

El aventurero inglés William Walton, (escribió a principios del siglo XIX, en dos tomos, “Present state of the Spanish colonies”, cuyo primer tomo describe la isla Española), también detalla nuestra riqueza aurífera en el capítulo VIII. Nos dice, “A ocho leguas de la capital, cerca del viejo pueblo de Bonao, las minas de oro conocidas como Buena Ventura, son mencionadas por autores hispanos y franceses. En un riachuelo cercano llamado Santa Rosa, hasta el día de hoy, la gente pobre lava arenas que recogen en pequeños calabazos y ancianas y niños, después de la temporada de lluvias, a menudo logran sacar cada uno una onza por día”.

“En el sur están las minas de Guaba, Rubio y Baoruco, donde personas se han enriquecido clandestinamente sin… usar herramienta alguna. Los cimarrones que ocupan las colinas trocan el oro que recogen por vestimentas”.

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