Our “0.05 China” policy

Al tomar el pasado 2 de diciembre la llamada de la Presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, el Presidente electo de los EUA, Donald Trump, transmitió a China una señal preocupante sobre la política de “una sola China” (“one China” policy) que…

Al tomar el pasado 2 de diciembre la llamada de la Presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, el Presidente electo de los EUA, Donald Trump, transmitió a China una señal preocupante sobre la política de “una sola China” (“one China” policy) que establece que los países del mundo reconozcan al régimen de Pekín como el único gobierno de China, y que por tanto no sostengan relaciones diplomáticas con Taiwán, considerada por China como una de sus provincias. EUA cerró su embajada en Taiwán el 1ro. de enero de 1979, luego de reconocer en 1972, a través del Comunicado Conjunto de Shanghai, que había una sola China y al régimen de Pekín como su único gobierno.

Pocos días después de la controversial llamada telefónica, Trump indicó que no entendía “por qué tenemos que cumplir con el principio de una sola China si no llegamos a acuerdos en otras materias como el comercio”. No son pocos los que entienden que dado el valor que Trump confiere a los consejos de Henry Kissinger, las señales que Trump ha enviado no atentarán contra este principio.

No todos los países del mundo, sin embargo, lo han acogido. Actualmente 22 países mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. ¿Cuáles? Kiribati, Islas Marshall, Nauru, Palau, Islas Salomón, Tuvalu, Burkina Faso, Santo Tomé and Príncipe, Swazilandia, Vaticano, Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, San Vicente y Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nevis, Haití y República Dominicana. Estos 22 países tienen una población consolidada ascendente a 90.4 millones de personas, equivalente al 1.22% de la población mundial.

En la práctica, esos 22 países hemos adoptado un principio diferente: en vez del “one China” policy que han acordado la mayoría de los países del mundo, la República Dominicana y los 21, han acogido la política de 5% de China ó “0.05 China” policy, al mantener relaciones diplomática con Taiwán, geografía con un PIB equivalente al 5% del chino.

Por razones diversas que quizás podrían justificarse en los 60 ó 70 pero difícilmente digeribles en la actualidad, hemos terminado eligiendo a Taiwán y no a China para establecer relaciones diplomáticas. Taiwán, sin lugar a dudas, merece todos los elogios imaginables por lo que ha logrado en materia de crecimiento y desarrollo económico. El sentido común, sin embargo, debería motivarnos a ponderar si no habría sido más conveniente para nuestra economía tener relaciones diplomáticas con China, una economía 22 veces más grande.

Es cierto que Taiwán registra niveles respetables en su stock de inversión directa de sus empresas en muchos países del mundo, alcanzando US$336 mil millones a final del 2015. China, que empezó mucho más tarde a invertir fuera, ha exhibido un crecimiento extraordinario en la inversión directa que sus empresas han realizado en la mayoría de los países del mundo, principalmente en aquellos que aceptan el principio de una sola China. Mientras en el 2006, China invirtió directamente en el extranjero US$17,634 millones, en el 2015 el monto invertido ascendió a US$118,020 millones. Al final de 2015, el stock de inversiones no financieras chinas en el mundo alcanzó un trillón de dólares, tres veces el acumulado por Taiwán.

Más impresionante aún ha sido el impacto que han tenido en muchos países del mundo los contratos firmados por empresas chinas para ejecutar proyectos de infraestructura y tecnología. Mientras en el 2005, los contratos firmados ascendieron a US$29,614 millones, el año pasado alcanzaron US$210,070 millones.

América Latina ha ido gradualmente intensificando sus relaciones comerciales con China, lo que le ha permitido abrir a corporaciones chinas oportunidades de inversión y de participación en proyectos de envergadura que demandan mucho capital. En el 2014, por ejemplo, de los US$142,411 millones de los valores ejecutados por China en proyectos en el mundo, US$13,180 millones, equivalente al 9.3%, correspondieron a proyectos en la América Latina y el Caribe. República Dominicana aparece con apenas US$33 millones, muy por debajo de economías más pequeñas como Bahamas (US$667 millones) y Jamaica (US$467 millones).

Es cierto que hasta ahora no nos han hecho falta la inversión extranjera china ni los financiamientos chinos que casi siempre van de la mano de los proyectos ejecutados por empresas chinas en el extranjero. Hemos logrado crecer a tasas envidiables para la mayoría de los países de la región.

No nos haría daño, sin embargo, realizar un ejercicio de costo-beneficio del cambio en nuestra “0.05 China policy” a la “one China policy” que mantienen 173 países del mundo. Tener acceso a la inversión extranjera china, a la posibilidad de alianzas público-privadas con participación de tecnología y capital chino, y a financiamiento chino para proyectos de envergadura a ser ejecutados parcial o totalmente por empresas chinas, fortalecería la resistencia de nuestra economía frente a escenarios de mayores tasas de interés internacionales que podrían presentarse en los próximos años en la medida en que la economía norteamericana busque acelerar su crecimiento con políticas fiscales expansivas.

El Gobierno de Taiwán ha sido muy generoso con nuestro país, otorgándonos durante muchos años ayuda a través de donaciones y aportes para diferentes iniciativas gubernamentales. No olvidemos, sin embargo, que no hay un solo caso en la historia de la civilización de un país que haya salido de la pobreza gracias a ayudas de gobierno a gobierno. Peter Bauer explicó hace muchos años las falencias de ese enfoque.

Lo que sí resulta efectivo para promover el crecimiento y desarrollo es un flujo significativo y creciente de inversión extranjera directa y la ejecución de obras de infraestructura de envergadura que motiven el aumento de la competitividad de un país. Eso precisamente es lo que hemos visto en el Sudeste asiático. Si tuviésemos interés de acelerar nuestro desarrollo y elevar nuestra competitividad, tendríamos que ponderar cuál de las opciones, “0.05 China” o “one China” policy, es la más conveniente. No tengo dudas de que la opción que eligió EUA hace 37 años, establecer relaciones diplomáticas con China y mantener relaciones informales con Taiwán, es el camino más favorable. Taiwán debería sentirse orgullosa de que su exitosa estrategia de crecimiento y desarrollo económico le mostró a Pekín el camino a seguir. Al desviarse del que seguía para imitar a Taiwán, China se convertirá en el 2031 en la economía con el PIB mayor del mundo. No parece sensato sigamos con una política exterior que, en la práctica, asume que China no existe.

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