Pánico sísmico en Barahona

Quienes sin entender los principios científicos que rigen la dinámica de las placas tectónicas y sus consecuencias, acusan a los geólogos y a los sismólogos de ser asustadores sísmicos, demuestran que detrás de esas absurdas críticas lo que…

Quienes sin entender los principios científicos que rigen la dinámica de las placas tectónicas y sus consecuencias, acusan a los geólogos y a los sismólogos de ser asustadores sísmicos, demuestran que detrás de esas absurdas críticas lo que en realidad se esconde es el extraordinario e incontrolable pánico que ellos sienten cuando se habla de terremotos, pues el pánico sísmico nunca es consecuencia de que un especialista en sismicidad explique, de manera científica, clara y entendible, las causas y las consecuencias de los sismos, sino que el pánico sísmico viene genéticamente asociado al ser humano que desde su aparición sobre la Tierra ha sido víctima de los efectos mortales de las fuertes y súbitas sacudidas sísmicas, y desde ese origen, hasta hoy día, la gente no le teme a la palabra sismo, sino que le teme a morir aplastado por una edificación derrumbada por los efectos de las grandes fuerzas sísmicas cortantes generadas por los grandes terremotos. Y ambas cosas son diferentes.
Para demostrar que ambas cosas son total y absolutamente diferentes sólo hay que ver lo que ocurrió en la provincia Barahona y sus vecindades durante toda la pasada semana, luego de que en conmemoración del quinto aniversario del gran terremoto de Puerto Príncipe, Haití, de fecha 12 de enero de 2010, en Barahona se produjera un temblor de tierra de magnitud 4.8, con epicentro en la comunidad de Cristóbal, sobre la misma falla geológica regional que provocó el terremoto de Puerto Príncipe (falla de Enriquillo), y a la misma profundidad hipocentral del terremoto de Puerto Príncipe (10 kilómetros), con una posterior secuencia de réplicas sísmicas cuyos efectos físicos, humanos y sicológicos han sido más que evidentes, al extremo que dos obreros murieron en una mina de sal marina (solar), ubicada en Puerto Alejandro, cuando una réplica sísmica de magnitud 3.0 sacudió el suelo blando donde se había construido un almacén, provocando que los apilados sacos de sal marina, en equilibrio precario, cayeran sobre ambos trabajadores y les aplastaran mortalmente.

El pánico sísmico en la provincia Barahona y sus alrededores fue tan intenso que el Ministerio de Educación debió suspender durante toda la semana la docencia en toda la región, ya que múltiples escuelas públicas se agrietaron visiblemente, y la gente temía que una réplica posterior pudiese derrumbar algunas de esas escuelas, y, como es natural, maestros y alumnos no quieren morir aplastados por el derrumbe de su escuela, ni los padres quieren que sus hijos mueran aplastados bajo los escombros de una frágil escuela que se agrieta con un pequeño temblor de magnitud 4.8. Y esa sí que es la verdadera causa del pánico sísmico, pues la gente se pregunta, y si el sismo de Barahona hubiese sido de magnitud 7.0, como el de Puerto Príncipe, el cual fue 158 veces más grande, pero la energía liberada fue 1,995 (casi dos mil) veces más fuerte que el temblor ocurrido en Barahona, pues la escala de magnitud sísmica es una escala logarítmica, y por cada unidad de incremento de magnitud la sacudida se multiplica por 10 y la energía liberada se multiplica por 31.6.

Barahona acaba de demostrar que el pánico sísmico no lo generamos los geólogos, ni los sismólogos, cuando explicamos las causas, los efectos y las expectativas de los terremotos, sino que el pánico sísmico lo genera la realidad sísmica de una sociedad que históricamente ha visto grandes destrucciones sísmicas como las de Santiago, La Vega, Azua, Matanzas, Puerto Plata, Manzanillo, Cabo Haitiano y Puerto Príncipe, y donde las autoridades se hacen indiferentes ante esa realidad del peligro sísmico y permiten que se construya dondequiera y comoquiera, sin tomar en cuenta elementales principios de ingeniería sismorresistente, como los suelos flexibles con muy bajos valores de velocidades de propagación de ondas sísmicas de corte (Vs), los que amplifican localmente las fuerzas sísmicas cortantes, sobre todo en el caso de las escuelas y hospitales que debían ser búnkers a prueba de todo sismo, sin importar la magnitud, porque se entiende que escuelas y hospitales deben ser refugios sociales ante amenazas de desastres, en lugar de ser potenciales cementerios colectivos por su comprobada fragilidad ante las fuerzas sísmicas liberadas de manera natural y repetitiva en los contactos de grandes, medianas y pequeñas placas tectónicas, pues cada vez que tiembla la tierra, las escuelas y hospitales son las estructuras más afectadas, aunque el posterior pañete oficial lo oculte.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas