El parque Mirador del Sur

Hay momentos en las ciudades, y hasta en las gentes, en que un simple acto desencadena un momento de no retorno, para bien o para mal.

Hay momentos en las ciudades, y hasta en las gentes, en que un simple acto desencadena un momento de no retorno, para bien o para mal. Sobre ese “turning point” se han creado teorías como la de “la ventana rota” de George Kelling y Catherine Coles, que pone como ejemplo un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Si no se hace nada, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro.

Lo mismo para una calle o un parque. Se acumula algo de basura; pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar fundas de basura asumiendo que es un basurero. Con ello todo el entorno se deteriora, se arrabaliza.

El parque Mirador del Sur, todo el parque, se está dejando en un abandono institucional grave. Tiene alrededor de 80 policías, tres destacamentos policiales, un retén militar artillado hasta los dientes, cuchumil policías y empleados municipales; todos cogiendo el fresquito y charlando animadamente entre ellos sin ninguna función práctica, ni siquiera la de inhibir la delincuencia por su presencia. Además de ese contingente policial y militar, están el ayuntamiento del Distrito Nacional, el Ministerio de Medio Ambiente, la Dirección de Parques y la Amet. Todos incapaces de hacer las funciones para las que los contribuyente les pagamos; tienen al parque bajo riesgo de perecer. Si perece un parque como ese, será un síntoma visible de la inviabilidad de todos como nación. Demasiadas instituciones, gentes y recursos para que no se haga nada.

Simples medidas como poner turnos de dos agentes, de los muchos policías y guardias que toman el fresco, a cuidar el parquecito Balaguer contra la invasión de su gazebo y fuente. Poner un par de grúas y policías municipales para que a los incivilizados que se suben a las áreas verdes, en las aceras y en los pasos de peatones se les lleven los carros y yipetones para el canódromo y que tengan que pagar cinco mil pesos para el gruero, más la multa. Desalojar a los que ya invadieron, frente al Embajador hay por lo menos dos casas y una “galería de arte”. No trasvasar gente de un barrio para otro con “Canquiñas” o maratones semanales; si no mejorarles y asearles sus barrios para que los vivan. Las mejores estrategias para prevenir el vandalismo es arreglar los problemas cuando aún son pequeños. Reparar “las ventanas rotas” o recoger la basura en un período corto, y con constancia, harían la diferencia en esta ciudad que se merece mejores funcionarios.

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