La política degradada

Hasta hace algunas semanas se creía que ya no era posible hacer algo nuevo para seguir erosionando la confianza ciudadana en la política. Parecía que todo se había hecho y que la sociedad dominicana había tocado fondo en el descrédito del ejercicio&

Hasta hace algunas semanas se creía que ya no era posible hacer algo nuevo para seguir erosionando la confianza ciudadana en la política. Parecía que todo se había hecho y que la sociedad dominicana había tocado fondo en el descrédito del ejercicio político. El clientelismo, el uso de los cargos públicos para el enriquecimiento ilícito, la ineficiencia de las políticas públicas y la impunidad, se han encargado del desgaste de una actividad que debería estar al servicio de las mayorías. El desencanto generalizado en que desde lo público se puede transformar la vida de la gente, es una evidencia del deterioro en que se encuentra la política en el país.

Para muchos, era imposible que la situación empeorara, por eso la apuesta por reformas políticas e institucionales que permitieran el rescate del sistema político y la recuperación de la confianza ciudadana. Desde hace décadas se viene planteando la necesidad de cambios profundos a nivel del Estado, de los partidos políticos y del sistema electoral. Esto se ha hecho con la resistencia de los actores políticos que se benefician de la debilidad institucional y la prevalencia del caudillismo en la “era del conocimiento y del progreso”. A pesar de esto, ha existido cierta expectativa en que algunos avances se pueden lograr.

La reciente intervención pública de un reconocido narcotraficante, sean ciertas o no sus denuncias, puede tener un efecto perverso en la percepción social sobre el quehacer político y constituirse en un mensaje muy negativo hacía los más jóvenes, sobre cuáles son los valores a priorizar. La discusión hoy no es la presencia del crimen organizado en la política, sino cuál de los líderes políticos ha recibido más dinero. Las consecuencias del dinero ilícito en la política parecería no importar, más entretiene la historia novelada del narco-donante y sus beneficiarios. Esto tiene una víctima clara, la política, la misma que el “honesto” narcotraficante rechaza por ser muy sucia. ¡Qué ironía!

Como consecuencia de lo anterior se profundiza la decepción con la política. La frustración puede llevar a la pérdida de interés en el compromiso y la participación ciudadana. La gravedad de esto reside en que se estaría renunciando a incidir en la actividad que mayor impacto tiene en la vida cotidiana de la gente, como lo es la política. El ejercicio de la política sin el control de los ciudadanos, conduce al autoritarismo y la corrupción. Revertir estos efectos es un compromiso de los distintos actores sociales y políticos comprometidos con mejorar la calidad de la democracia. El gran desafío hoy es el reencanto con la política. 

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