Prejuicios y relaciones comerciales

Lamento la grave situación en la que se encuentran las relaciones comerciales entre la República Dominicana y Haití, a raíz de la decisión tomada por el gobierno haitiano, de vedar la entrada de productos avícolas dominicanos. Es muy preocupante&#82

Lamento la grave situación en la que se encuentran las relaciones comerciales entre la República Dominicana y Haití, a raíz de la decisión tomada por el gobierno haitiano, de vedar la entrada de productos avícolas dominicanos. Es muy preocupante que la razón que se alegue sea la supuesta existencia de la gripe aviar en este lado de la isla, cuando organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), han indicado que en el país no existe ese tipo de virus. Todo indica que son otras las razones, vinculadas a intereses de carácter económico y no necesariamente de salubridad, las que están incidiendo en esta penosa decisión.

Es necesario insistir, en que este es un hecho de carácter económico, que es fruto de unas relaciones comerciales que se han caracterizado por la informalidad y la falta absoluta de regulación. Es deplorable que sectores vinculados al conservadurismo más rancio del país, quieran aprovechar esta situación para generar una confrontación innecesaria entre los dos pueblos.

Aunque no se esté de acuerdo, hay que respetar que Haití, como Estado soberano, tiene el legítimo derecho de tomar las decisiones de políticas económicas y comerciales que entienda más le favorezcan. Nuestro deber es convencerles, en el marco de un diálogo franco y respetuoso, de las bondades del comercio con la República Dominicana.

Es falso, como pretende hacer ver la ultraderecha nacionalista, que la decisión de nuestro segundo socio comercial, como lo es Haití, se constituya en un atentado a la dignidad de nuestro país. Voceros de estos grupos exigen represalias por parte del gobierno dominicano, apelando a un lenguaje incendiario. Este discurso peligroso y cargado de prejuicio, estimula el enfrentamiento entre nacionales de ambos países. Confiamos en la capacidad de las autoridades de no hacer caso a este análisis irresponsable, y de seguir utilizando los canales establecidos para resolver a la mayor brevedad, un problema que es estrictamente de índole comercial.

Más que prejuicios, se requiere de una gran sensatez e inteligencia para sacar lecciones aprendidas de esta situación presentada con el vecino Haití. La primera de ellas es la necesidad de llevar a cabo medidas para que la Comisión Mixta Bilateral deje de ser un órgano inoperante y trabaje en iniciativas que contribuyan a mejorar las relaciones dominico-haitanas. Por otro lado, urge la definición y puesta en ejecución de un acuerdo comercial con Haití, como lo tenemos con otros países de la región. Esto debe hacerse, al tiempo que se exploran otros mercados internacionales, a los que puedan llegar los productos del país.

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