La primera Navidad de América Latina se celebró en La Hispaniola

Los atardeceres rojizos de otoño nos anuncian indefectiblemente que estamos a la puerta del invierno, pero como en el Caribe siempre es verano, estos atardeceres los asociamos mayormente a la Navidad.

Los atardeceres rojizos de otoño nos anuncian indefectiblemente que estamos a la puerta del invierno, pero como en el Caribe siempre es verano, estos atardeceres los asociamos mayormente a la Navidad.La temperatura comienza a bajar y en ocasiones hasta nos regala un rico friíto, entonces nos atrapa la nostalgia, la melancolía. Pensamos en aquellos que se han ido de nuestras vidas. Afortunadamente la mayoría de veces la alegría nos invade por poder compartir estos días festivos con personas queridas. La Navidad es una de las fiestas más importantes del cristianismo, en las que se celebra el nacimiento de Jesucristo en Belén y que une las familias.

La época navideña torna dadivosos a la mayoría y de ahí los obsequios que damos y recibimos. Así también, es asociada a depresiones en personas con esta predisposición. Los psicológicos ofrecen una explicación al respecto asociada a los rayos del sol. A mayor exposición solar el estado de ánimo se eleva; lo contrario, lo hace decrecer. Es justo lo que se da en esta época: los días son cortos y las noches largas. Y es precisamente la Navidad la tradición más universal del mundo latino y de países de otros continentes. La Navidad, palabra derivada del latín nativitas o nacimiento, es una de las principales fiestas cristianas que marca el nacimiento de Jesús de Nazareth. La fecha sobre cuándo nació Jesús es incierta, pero se cree que en la Edad Media los cristianos, inspirados en los evangelios de San Mateo y San Lucas, fijaron la fecha con el fin de que sus fieles se alejaran de las celebraciones paganas, particularmente las vinculadas al solsticio de invierno.

Según datos consultados, los documentos históricos señalan que la primera Navidad celebrada en América Latina tuvo lugar el 25 de diciembre de 1492. La celebración se realizó en La Hispaniola poco después de que los europeos descubrieran que existía América.

De acuerdo con la historia, Cristóbal Colón realizaba un reconocimiento del área cuando la carabela “Santa María” registró problemas. Ante este obstáculo y con la ayuda de indígenas, se puso a salvo la carga que traían los conquistadores y con la madera de la carabela se procedió a construir un fortín. Allí se quedaron 39 hombres, parte de la tripulación, según relata la autora Viriginia Nylander Ebinger en el libro “Aguinaldos, costumbres navideñas, música y comida de los países de habla hispana en América”.

Fray Pedro de Gante le escribe a Carlos V y le cuenta que mantuvo la música de los cantos indígenas, pero les cambió la letra y describe cómo compuso versos solemnes en honor a Dios. El fuerte se terminó de construir el 25 de diciembre y en consecuencia Colón lo llamó “La Navidad”, día en el que los españoles celebraron esta fecha religiosa por vez primera en suelo americano.

Árbol de Navidad

La tradición del árbol de Navidad, aunque son varios los orígenes que se le atribuyen, tiene raíces germánicas. Algunos historiadores ubican su origen entre el año 680 y el 754, cuando San Bonifacio -quien daba un sermón a druidas- cortó un árbol que simbolizaba el denominado árbol del Universo, sagrado por los paganos, y en su lugar plantó un abeto que adornó con manzanas y velas como símbolo del amor de Dios.

Otros sostienen que fue en el siglo XVI cuando los cristianos en Alemania comenzaron a decorar árboles con luces en sus casas. Hay fuentes que aseguran que el reformador Martín Lutero fue el primero en poner en su hogar un árbol de Navidad.

El punto es que el árbol de Navidad es un símbolo casi universal asociado a la fiesta de Navidad. En algunos países prefieren el pesebre como símbolo principal, ya que es el que verdaderamente refleja el nacimiento de Jesús.

El árbol de Navidad llegó primero a Finlandia en el siglo XIX. En Inglaterra en la década de 1840, el castillo de Windsor exhibió el primer árbol navideño.

Algunos historiadores señalan que en 1864, Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota llegaron a la ciudad de México para tomar posesión del recién formado Imperio Mexicano. Los emperadores austríacos trajeron la tradición a México, pero tras el fusilamiento del monarca esta costumbre fue abandonada y retomada posteriormente. De Europa y Estados Unidos, el árbol pasó a América Latina.

San Nicolás, Santa Claus o Papá Noel

Papá Noel es un personaje legendario que en Occidente se le asigna la tarea de llevar regalos a los niños el Día de Navidad, es decir el 25 de diciembre.

Aunque en décadas pasadas en nuestro país el protagonismo de obsequiar a los niños con regalos era exclusivo de los tres Reyes Magos, personajes que en su origen fueron los que llevaron incienso, mirra y oro a Jesús al momento de su nacimiento, estos cada vez han ido perdiendo popularidad entre los niños. El terreno perdido por los Reyes Magos de Oriente lo ha ocupado con éxito, principalmente en el comercio, la figura de Papá Noel, aquí conocido mayormente como Santa Claus, en otros lares como San Nicolás.

Aunque algunas fuentes vinculan su origen a la mitología escandinava, la mayoría de los documentos coinciden en decir que esta figura está inspirada en un obispo cristiano, San Nicolás de Myra, que vivió en el siglo IV en Anatolia – hoy Turquía- cuyas reliquias se conservarían en Bari, Italia.

La fuente sostiene que el obispo era muy bondadoso y la historia más popular señala que ayudó a tres doncellas pobres, que no tenían dote para casarse y que estaban a punto de ser vendidas por su padre en desesperación. Ante el infortunio de esa familia, durante la noche el obispo tiró por la ventana tres bolsas de oro que las salvó de ser vendidas.

En el siglo XVII la imagen de Santa Claus llegó a Estados Unidos procedente de Holanda,-país en el que se venera a Sinterklaas o San Nicolás, un personaje que trae regalos a los niños el 5 de diciembre.

El Santa Claus que conocemos nosotros, el mismo que se conoce en Estados Unidos y muchas otras naciones, surge de una ilustración que en 1870 realiza el dibujante alemán-estadounidense Thomas Nast sobre la base de un poema de Clement Moore. Mientras Santa Claus le ha robado protagonismo a los Reyes Magos en nuestro país y otras naciones, en algunos países de la región los regalos corren principalmente por cuenta del Niño Jesús, como en los casos de Colombia, Venezuela y partes de México, y los Reyes Magos reparten presentes en países como Puerto Rico y España.

Nuestra Navidad

Nosotros los dominicanos, tan dados a celebrar, calentamos los motores navideños no bien entrado el mes de noviembre. Las emisoras radiales son las primeras que arrancan con canciones alegóricas a la temporada en todos los ritmos posibles.

Los “bonches” ahora se justifican con mayor fuerza que el resto del año. El ambiente festivo se respira en hogares, oficinas y en los centros educativos, los clubes sociales, deportivos y recreativos, los tan de moda drinks, discotecas, bares y afines. Dominicanos presentes y los ausentes que comienzan a retornar desde principios de diciembre, se confunden en un ambiente lleno de calor humano donde afloran los más variados sentimientos de nostalgia, añoranzas, alegrías, esperanzas…Llegó la Navidad. Motivo de celebración.

En Santo Domingo, como la mayor parte del país, la noche del 24 de diciembre se cena entre familiares y amistades. Algunos suelen ir a la denominada Misa del Gallo, a las doce de la noche. Tradición que impregna a la “Nochebuena” el verdadero sentido religioso.

En la cena del 24, el plato protagonista lo constituye el cerdo completo asado o en puya, o pierna de cerdo horneada, acompañado de pasteles en hojas. El pavo tiene su lugar reservado en la mesa y cuando los recursos económicos son escasos, pues el pollo es la alternativa por excelencia. El arroz y la telera no faltarán. De la holgura económica dependerá la abundancia en las mesas. Lo que siempre nos caracteriza en estos días es el calor humano, los verdaderos sentimientos que aprovechan la festividad para aflorar sin tapujos confundiéndonos en un tierno y caluroso abrazo. ¡Feliz Navidad!

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