La vicepresidenta de la República le ha hecho una sutil pero útil sugerencia al Ministerio de Educación, para que los uniformes, mochilas y demás materiales para los niños de la educación primaria, sean entregados a través del programa Solidaridad.
Felicitamos a la doctora Margarita Cedeño de Fernández por esa sugerencia. ¿Por qué? Sabemos lo que significan esos insumos para una familia carenciada.
¿Sabía usted que muchas familias rurales no envían a los niños a las escuelas porque no tienen zapatos, o los uniformes, y que algunas maestras los devuelven a sus hogares; y que de verdad, esas familias no tienen los medios para adquirir la vestimenta, y ni pensar en los cuadernos, lápices o libros?
Ese es un serio problema, y es importante que el poder público lo haya asumido, pero también hay que decir que los uniformes y demás medios no llegan a los muchachos de manera oportuna, y si llegan, resultan insuficientes. Otras veces no les “sirven”, o resultan muy grandes o muy pequeños.
Si quedan incorporados a la tarjeta, también se libra a los pobres de acudir al local escolar a recibir la dádiva. Se cubre la vergüenza de la pobreza.
De modo que el Ministerio de Educación debe agradecer la idea de la señora Cedeño de Fernández, y trabajar con ella a través de la Administradora de Subsidios Sociales. No sólo se fortalecería la coherencia del programa Solidaridad con los pobres, sino que tal y como propone, se podría controlar y supervisar mejor.
El momento es oportuno para sugerir que el Ministerio levante un inventario sobre otros asuntos que deba transferir a otras dependencias públicas, para que les sean servidos. Estaría en más capacidad para escoger lo que más convenga y supervisar la calidad.
Así, el Ministerio de Educación estaría más centrado en la gestión propiamente escolar, en los programas, la calidad de la docencia y de los profesores, en la administración de las escuelas y todo lo relativo al entorno de esos establecimientos.