No querer lo que no necesito

En un restaurante, escuchaba a un grupo que solo hablaba de vanidades y bienes materiales. En sus rostros no había felicidad, por más selfies sonrientes que se tomaran. Tenían una competencia feroz y en la meta estaba la palabra ostentación. Cada&#823

En un restaurante, escuchaba a un grupo que solo hablaba de vanidades y bienes materiales. En sus rostros no había felicidad, por más selfies sonrientes que se tomaran. Tenían una competencia feroz y en la meta estaba la palabra ostentación. Cada uno corría veloz para vencer. Todo giraba en torno al verbo “tener”, nunca al verbo “ser”.

¡Ah, caramba! No saben que la vida es más sencilla de la cuenta. Somos nosotros quienes la complicamos, la alteramos, convirtiéndola en ocasiones en indomable.

Nuestra existencia se nutre de los elementos que le demos a comer. Unos se sacian con componentes tóxicos o ya vencidos; otros, los que aman la paz, llenan sus estómagos con alimentos saludables, de esos que aparecen en el pequeño patio de cualquier casa.

He aprendido a simplificar las cosas y a ocuparme y no preocuparme de los problemas, si es que en realidad existen, pues muchos son producto de nuestra imaginación, creaciones infantiles de nuestro cerebro. Debemos simplificar lo complejo y, de igual manera, evitar complicar lo simple.

En nuestro caminar, busquemos el punto neurálgico de las dificultades y ahí concentrarnos para solucionarlas. El resto debemos asumirlo como una distracción innecesaria, que si le damos importancia, además de perder tiempo y recursos, nos puede hacer fracasar.

No anhelemos tener lo que no necesitemos. Lo que nos sobra nos estorba, es un obstáculo que nos entorpece decidir con rapidez, es un espacio llenado para que haya más polvo, es un motivo torpe para comentar entre seres insulsos, es un retrato de absurda fantasía.

Tenía 17 pares de zapatos cuando el doctor me dijo que sufría de espolones en los pies y que yo debía usar calzados ortopédicos. Como apenas poseía uno así, regalé el resto, y me sentí feliz al hacerlo. Y anduve durante 6 meses con ese solo par de zapatos, y no me hacía falta más, y tampoco había titubeos al momento de elegir. Uno y ya. Listo.

Hace meses me ocurrió algo en cierta forma parecido. Noté que tenía decenas de corbatas y que solo usaba 5, las mismas que siempre estaban delante del portacorbatas. Podía prescindir de las demás y no perdería nada.

Lo que no nos hace falta de alguna manera pertenece a otro, han dicho grandes hombres y mujeres de la historia. Andar sin cargas en el pensamiento y en el cuerpo es un elemento vital para ser feliz.

Volviendo al grupo aquel, el de los que presumían tenerlo todo y algo más, al momento de pagar la cuenta de lo consumido hubo otra discusión, pero ahora porque nadie tenía dinero para aportar y temían usar sus tarjetas de crédito ya con varias cuotas atrasadas.

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