Un Raúl di Blasio más íntimo

Raúl di Blasio es considerado uno de los mejores pianistas contemporáneos, pero más allá de su indiscutible talento y la rápidez con que interpreta sus icónicas piezas, las cuales han dando la vuelta al mundo, una de las razones que lo han convertid

Raúl di Blasio es considerado uno de los mejores pianistas contemporáneos, pero más allá de su indiscutible talento y la rápidez con que interpreta sus icónicas piezas, las cuales han dando la vuelta al mundo, una de las razones que lo han convertido en uno de los artistas más queridos de su género es su sencillez y su gran sentido del humor. Ha sabido ganarse el cariño de la gente, por eso no resulta extraño que visite con regularidad nuestro país; aquí se siente muy querido. El pasado sábado ofreció su concierto en el Teatro Nacional, para el cual ha ideó un amplio programa con melodías representativas de la cultura popular latinoamericana, sin dejar de lado los éxitos que han marcado su carrera y le han llenado de triunfos.

Tras su llegada a Santo Domingo tuvimos la oportunidad de conversar con él. “Estar en la cima no es lo más importante, es el camino hacia ella lo que hace la vida interesante. Yo voy camino al éxito”, marcó el inicio de nuestra conversación.

¿Recuerda la primera pieza que tocó? Sí, se llama “Asturias”, de Isaac Albéniz. La interpreté en un concierto a la edad de 12 años.

De las que interpreta, ¿cuál es muy especial? “Corazón de niño” es una de ellas, por la manera en que la compuse, por lo trascendental que ha sido. Describe el momento en que presenciaba el ultrasonido que le realizaban a mi mujer, embarazada de Stefano. Me llamó la atención un sonido particular, por lo que le pregunté al médico sobre el mismo, a lo que me respondió que se trataba del corazón de mi niño. Sin embargo, muchas veces la canción favorita del público no es la del compositor. El que compone música siempre tiene una especial. En mi caso, creo que “Otoñal” es la indicada, quizás poco conocida pero muy sentimental. Por lo general me gustan más las canciones creadas por otros que las propias.

¿Cuál es el mayor sacrificio de esta carrera? Julio Iglesias, uno de los profesionales que más admiro de este negocio, al que he seguido y me ha enseñado tantas cosas importantes, siempre me ha dicho que esto no es un sacrificio, pero sí un esfuerzo. Vivir de lo que a uno le gusta no puede serlo. Pero sí debo decir algo, lo que más trabajo me ha costado ha sido introducirme en el mundo de la música, del showbiz, con música latinoamericana. Porque darse a conocer con balada o pop es fácil, pero con un tango, vals peruano o paraguayo es más caprichoso, obstinado. Pero al final, el resultado es mucho más satisfactorio. Yo no hablo de sacrificios sino de resultados, de conseguirlos. Si me preguntan si alguna vez he pensado en retirarme, mi respuesta es, ¡jamás! Uno no se retira de una pasión, y es lo que tengo por la música.

¿Y lo más gratificante? No puedo negarlo, el reconocimiento, la valoración de lo que la mayoría dice de mi música, de lo que hago, contra la objeción de otros. Es más la gente que gusta de mi trabajo que los que no, por lo tanto, el saldo es a favor, positivo. Dios me ha permitido seguir dentro de este camino, me ha dado la capacidad y fortaleza de seguir tocando piano. Estoy muy satisfecho. Por eso agradezco la posibilidad de continuar mis 20 años de carrera, de mantener vivo el calor con la gente. Esta venida a República Dominicana se trata de eso.

Se dice que el instrumento se convierte en el amigo más fiel y confidente de su dueño… En mi caso es absoluto. Raúl con el piano es diferente a sin él. Me da mucha seguridad.

Los pianistas quizás no corren con la misma suerte de otros músicos de poder andar con su piano a todas partes. ¿No resulta incomodo? Sí, imagínate, para practicar cuando ando de gira tengo que ir a un lugar específico, a diferencia de un violinista o flautista. Pero la costumbre y naturaleza de esta profesión hace que uno se adapte. El esfuerzo vale la pena.

¿Qué pieza describe profundamente su estilo? Eso no lo sé, es tarea de los críticos y expertos, pero si tuviera que buscar una obra musical que me definiera como pianista diría que es una de Astor Piazzolla, lleva por nombre “Adiós Nonino”. Ésta define al Diblasio técnico y temperamental. Encuentran al clásico y popular.

En la música, el intérprete juega un papel fundamental. Siendo así, ¿Cómo define la perfección? La perfección no existe, más bien su búsqueda, eso es lo que vale. En una ocasión, durante un ensayo dirigido por Robert Schumann, gran músico y director de orquesta, uno de los músicos le dijo, “Maestro, aquí hay una nota mala”, y él le contesto, “Ponga la buena”. Ahora bien, cuál es la buena. Quién la define. La música es arte, variación, imaginación, es aquello que te permite pasearte por caminos diferentes y llegas siempre al mismo lugar, al de la felicidad.

¿Hacia dónde ha evolucionado la interpretación musical? ¿Qué diferencia la actual época de las anteriores? Hay géneros en los cuales se sigue buscando la perfección, la interpretación fiel a como la quería el compositor. En este caso, el género clásico permite menos movimiento, variación, el intérprete es creador de un sentimiento no de la ejecución, que debe ser la misma, pero durante su transcurso agrega la carga emocional, personalidad y temperamento. Es ahí donde se elige lo que a uno le gusta y lo que no. Es increíble, pero uno escucha una sinfonía dirigida por Herbert von Karajan o Leonard Bernstein, y si estás en el terreno musical te das cuenta de la gran diferencia. Por igual, no es lo mismo Zubin Mehta que Riccardo Muti. El pianista popular, mi caso, debe tener mucha calle para absorber. Mi lenguaje es absolutamente intuitivo, me divierto. Chopin siempre dijo, “El hombre que no ríe no es un hombre serio”. 

Por lo visto usted ha encontrado la llave del éxito. ¿Cuál es? Mucho trabajo, estudio, disciplina y honestidad con el público. No pretendo vender la imagen de un pianista que no soy, conozco mis límites. Antes trataba de tocar mil notas por minuto, ahora solo una, pero esa debe llegar al corazón. Antes trataba de impresionar, ahora trato de ilusionar.

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